El mítico “pirulí” se va cubriendo de sol. Su perfil, dorado por un amanecer de otoño, va moldeando una silueta que realza su gloria como monumento a la comunicación. Desde O’Donnell me he ido fijando en cada cambio de tono, imaginando un faro que guía mi camino. Apenas minutos antes, era noche cerrada en el barrio de Salamanca. Tal es así que tuve que iluminar una vela en mi parroquia de la Concepción para que, con la plegaria habitual, pedir por el éxito del día de hoy. Salí tranquilo, observado por el coro de ángeles de la cúpula para pasear así, Principe de Vergara adelante, hasta la torre de tve. Me muevo, en fin, ligero y abstracto entre ambos artefactos que, si bien son señales que enfocan a mundos distintos, intentamos complementar.

Me da por pensar cosas así a estas horas, pues nada hay más creativo que el primer alba si te pilla paseando. Llego muy puntual a la sede de Esradio entre cláxones rabiosos para esperar a mi camarada mientras le mando un wasap. Nuestro protagonista viene de la Meseta a insistir en la capital, la corte de los milagros, en la denuncia de un robo que el Estado ha hecho a la Patria. Son papeles, documentos, manuscritos.. pruebas selladas de una Verdad cuya destrucción dará vía libre a los cuentos con que se nutre la “memoria histórica”. Denuncia  que se hizo hace tiempo y se ganó, pero su retención en un país secuestrado por un sistema, exige que se tenga que bajar a las trincheras para lanzar su grito a los cuatro vientos.

Llego un poco tarde, ve subiendo

El pip del wasap llega a la vez de un gentío que empieza turno abarrotando las diferentes entradas del edificio. Control, tarjeta y códigos para localizar un ascensor que hay que llamar con códigos alfanuméricos tipo “p4-hundido” como el juego de los barcos. Me ayuda el simpático portero, subo y me presento amparado por la voz de Federico que suena al fondo. escuchando con placer una radio en riguroso y físico directo.

¿Qué tal se te dan las corbatas?

Llega Policarpo Sánchez apresurado y vamos directamente a maquillaje. Me lanza una corbata estrangulada en su propio nudo, ahorcada en sí misma. Una corbata que haría las delicias metafóricas de un Gómez de la Serna. La aparto con pésame y dolor para que venga al rescate una redactora en cuyas manos esperemos la reanimación. Severamente la afloja, desata, la devuelve la forma modelándola como si fuéramos a entrar al palco del Real. Policarpo sonríe agradecido, en un trance de maquillaje donde las dos mujeres, entre el cuidado de su corbata y rostro preparan la estética de un mensaje.

Desde el control, vemos a Federico saludar con la mano a nuestro ventanal, dos en el sonido y muchas sillas en espera de ser ocupadas por intervinientes. Desde el control, la radio se ve como una película, un visor de cámara donde la realidad queda concentrada y congelada para vocalizar un mensaje. Policarpo habla directo y claro, Federico asiente, es éste un hombre que amplía las preguntas hasta rozar un monólogo que embriaga por erudito y bien planteado. Sin embargo este diálogo se convierte rápido en una conversación por la gravedad de lo que aquí se plasma.

Pero este señor estará muy protegido, ¿verdad? Me encanta oírle.

Me dice eso una señora muy maja, andaluza y con moño, Doña Carmen Jara que espera su turno en la sección del corazón. Le explico toda la historia y se queda totalmente asombrada. Su asombro es normal, es el de muchos españoles a los que se ha ocultado un robo escandaloso, una sentencia que no se cumple y, lo más grave, es que dicho crimen ha sido realizado por los máximos representantes del Estado en que se ha convertido el país al que aman. La mesa interviene con Hermann Tertsch, y ya se abre el debate a ambos lados de la línea del control.

Todo dura media hora larga y muy provechosa, saludamos a una redacción que luce bienvenida una bandera de Tabarnia y salimos juntos por una puerta directa que nos evita la entrada.

Estamos felices cuando, horas después, comentamos la película Castellana arriba. El sol nos acoge mientras pasamos por el Bernabéu y todos son estrategias y planes. La batalla está difícil y es muy sucia, pero en las trincheras uno se sostiene por la Verdad y el abrazo del compañero.

A tus órdenes, Poli y cuida ese nudo perfecto que te han dado a la corbata.

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