Encuentro escarcha en el mantel.

Rocía unos platos vacíos,

mientras un eco afónico de corchos,

corea un concierto de año nuevo.

Fue apenas fuego – hace siglos –

cuando unas campanas que querían ser antorchas,

arrojaban tizones que doblaban brindando entre cristales.

El Tiempo ardía así, ritmo de espacios,

donde el presente era un tronco nervioso

que se consumía alegre ma non troppo,

entre brasas de retratos,

bailando espirales de memorias,

que, revolviéndose incontinentes,

meaban chispas de vino en el mantel.

Doce gongs santificaron la liturgia,

rompiendo el orden en bendita cuenta atrás

que nos abrasaban en un fuego del ayer.

Y afuera las nieblas seducían los almendros,

y un resto de besos agonizaba en servilletas,

y nuestra comunión de santos,

miraban en sublimes marcos sepias.

La zarza se volvió a hacer visible,

obviando la ilusión del calendario,

pariendo entre ascuas un Instante

a imagen de nuestra inmortalidad.

Y a semejanza de las heridas.

Ahora los platos apilados dan cuerda a los cronómetros,

y el tiempo despierta angustia y devenir,

dejando escarcha en el mantel,

donde un corcho huérfano corea un concierto de año viejo

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