Va expirando Agosto en ambiente de jornada en marmota y color de tomatina. El famoso roedor, símbolo inmortalizado en el cine, se hace eternoretornismo tedioso en Cortes haciéndose aunar por el fiestorro de Buñol que se nos biloca así en la capital. Ambos complementan la metáfora interpretando un hemiciclo de tomates travestidos en invisible perfil de papeletas tan electorales como inútiles.

En el extranjero el lanzamiento natural que hacemos en Levante ya es tan popular, por asombroso, como San Fermín. Cuando se trata de explicar su sentido a los amigos guiris, sonreímos porque resulta que no lo entendemos ni nosotros. En todo caso, la fiesta resume una esencia nacional que, sobre el excedente, recrea una batalla de juguete donde la sangre se viste de jugo forzado. La idea, en fin, es retornar al juego infantil gesticulando una lucha de todos contra todos que provoca el desahogo. En Buñol, como en Madrid, dicho patrón tan, patrio, se repite con diferentes actores que saben que lo importante es jugar y seguir, disfrutar el momento y rociarse de un subidón que se limpia en una ducha. Ahora, si gracioso es ver el camión esparciendo fruta entre espasmos menos estético es ver la versión parlamentaria. 

Entre la euforia de los participantes, al final lo que pierde es el tomate, claro, o los votos que han servido para colocar a nuestros prohombres. Tomates y votos quedan así inservibles y estallados entre el aire, la risa y las palabras huecas. Los campesinos y los votantes, meros televidentes, ven así su obra celebrada en el vacío con risa floja. Campesinos y votantes que, al final, aprenden que su esfuerzo ya no es ni para alimentar ni gobernar, apenas para que el personal haga espectáculo de la nada para nada. En Valencia ya lo asumían porque es tradición y todos colaboran, pero en el hemiciclo el tema empieza a ser molesto.
 ‘I like it because it’s crazy’ ejecuta en sentencia un Séneca forastero borracho y vestido de jugo en la tele. Si, debe ser eso, España gusta y cae simpática porque es divertida y no tiene sentido. Nos lo descubren fuera y lo asumimos dentro.

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