Me señala una cruz celta con la palabra Thor. “Aquí todos tenemos nick y yo elegí este”. Se pone el casco y sube a la Harley, una última foto de saludo y le veo ir volando hacia el puente. Tras su estela queda la iglesia observando tras el jardín.

Está nublado, es un día cambiante de Abril y apenas hace dos horas nos iluminaba un sol existencialista, ese que ilumina pero no calienta. Sol que se infiltra curioso desde las ventanas del despacho parroquial, cegándome al colocar la grabadora en la mesa. Despacho situado a la derecha de las coquetas columnas, antes de entrar al templo. Un crucifijo bajo la ventana acompaña la foto del obispo en la pared. Juan Molina, nuestro cura de la parroquia en la capital de Castilla me recibe afable con su tono articulado y sonrisa de bienvenida y me invita a sentarme.

Hace poco que ha llegado a nuestra iglesia, y siempre que voy a Valladolid – cada dos semanas o así – frecuento su misa. Me llamó la atención desde el principio, la claridad de las homilías, el cuidado de la liturgia, y sobre todo la duración de la Eucaristía sin que nadie se quejase, algo bastante extraño en un país de herencia católica acostumbrado a mirar el reloj o toser tras 40 minutos de celebración.

—Enhorabuena por su labor, las misas son más largas que nunca, observo que no sólo no hay quejas sino que parece que viene más gente. ¿Está ya preparado para hacerla en latín? Eso sería toda una conquista, ¿no?

— Es que sois muy buenos. He colocado un reloj para no pasarme de hora…pero siempre lo hago. Sí, a mí me encanta el latín y una de mis ideas es proponerlo. Una vez al mes, al menos. No sería el rito extraordinario, claro, porque no se puede. Sería el rito ordinario pero en latín.

—¿No se puede celebrar el llamado rito extraordinario, que por otro lado era el ordinario durante siglos?

No se puede arbitrariamente celebrar los dos ritos. Sólo el extraordinario se puede en aquellos lugares donde es habitual.

—Qué gran cambio, en todo caso. El latín es la lengua de la iglesia y el rito de la liturgia, visto desde una perspectiva de siglos ha sufrido un cambio importante, me parece,  quizá demasiado, ¿no cree?

—Sí, es un gran cambio. Pero podemos caer en el peligro de los extremismos. Hay gente que dice “la misa siempre se ha hecho así” y es un error. Yo he estudiado liturgia en Roma y la misa ha sufrido una evolución dentro de lo esencial, que no ha cambiado nunca, que es sobre todo las palabras de la Institución… pero no tiene nada que ver la misa de los primeros cristianos en los primeros 4 o 5 siglos, que la que se celebra a partir de Trento – siglo XVI – con todo lo que viene tras la amenaza del protestantismo. Amenaza que lleva a una vivencia de la Eucaristía diferente. Así mientras Lutero niega la Presencia Real, Trento reafirma la Doctrina, lo que lleva a reforzar un culto a la Eucaristía.

—Durante un tiempo se formó la opinión, desde los medios seculares, de que antes la misa se oficiaba de “espaldas al pueblo” – por la postura del sacerdote -, mito que permeó el juicio popular. ¿No cree que no se ha explicado suficientemente la liturgia y lo que significa?

Si. Aquí entra la buena formación del pueblo. Una de las críticas que hago es que al pueblo no se le ha formado bien, tanto antes como después del Concilio Vaticano II. Ni antes el cura estaba de espaldas al pueblo ni ahora está de cara al pueblo. Siempre estamos “cara a Dios”, lo que ocurre es que ahora el altar cobra protagonismo, como dice la escritura: Cristo es sacerdote, victima y altar. Así el centro de la iglesia es el altar y lo que sucede en el altar. Entonces, tanto sacerdote como pueblo están de cara al sacrifico, al altar y lo que está en medio de ambos sigue siendo Cristo.  Igual que antes. El problema es tener claro que es Cristo el centro, y así la misa no es un espectáculo de teatro… a ver que nos dan. Se debe formar al pueblo y a los sacerdotes, que podemos ser un gran problema si no recuperamos el sentido de lo sagrado y la catequesis.

—En todo caso, estos cambios y las consiguientes corrientes de protesta o discusión ¿no indican en el fondo que se han cometido ciertos abusos o relajamiento en la forma de celebrar la liturgia?

—El sano equilibrio de las cosas es bueno. El problema es si después del Concilio Vaticano II podemos decir si se ha desacralizado un poco la Eucaristía, si se ha paganizado un poco. Y pienso que sí, puede ser. Para mí el gran problema es que los propios sacerdotes se creen los dueños de la liturgia, y ahí viene la hecatombe. Sucede cuando el sacerdote no es consciente de que él es servidor de la liturgia y que debe ser fiel a lo que la iglesia le pide, ni más ni menos. Yo no puedo ser el dueño de la liturgia, no puedo inventarme las cosas, ese es el gran problema, cuando cambia, quitan, añaden, inventan, meten cosas que nada tienen que ver… Esto ha hecho menguar el sentido de lo Sagrado. Y esto es grave, muy grave. Pero yo creo que el Espíritu Santo guía a la iglesia y el cambio litúrgico con la Sacrosantum Concilium lo puede corregir.

—Es un tema un poco parecido con la comunión, donde en algunos sectores se reivindica la comunión en la boca basado en lo tradición, ¿cuál es su postura?

—Sí, pasa lo mismo, pero recuerdo la famosa frase de San Basilio: “cuando vayas a recibir el Cuerpo de Cristo recíbelo con tu mano izquierda y que la derecha se ponga como un trono que recibe al Rey de Reyes”. Es decir, que en aquella época ya se comulgaba en la mano.

—Hablando de la comunión, sea en mano, de rodillas o en boca, lo que sí observo es que cada vez va más gente. Sin embargo se dice que las confesiones son cada vez menores. ¿No hay una cierta contradicción en eso?

—Mira, desde que llegué a esta parroquia me propuse ponerme antes de la Eucaristía una hora antes en el confesionario, que como ves, al construir la iglesia no se contempló un espacio para esto es decir que el problema viene de lejos. Y quizá no es que los fieles no se confiesen sino que posiblemente los propias curas hemos dejado de darlo importancia, aunque para mi es fundamental.

—¿Y viene alguien?

Es un goteo, van viniendo, pero muy poca gente. Yo sinceramente creo que ha habido una bajada importante en la práctica del sacramento. Mucha culpa tenemos los sacerdotes en esto, por ejemplo si decimos “el que quiera confesarse que llame al timbre”, mire, bastante cuesta confesarse para llamar, hay que saber que la gente para esto necesita una intimidad, estar tranquilo… pero sí, realmente ha bajado. Por otro lado que no se confiesen conmigo no quiere decir que no se confiesen. Valladolid es una ciudad grande, con gran oferta y no quisiera hacer un juicio de valor. Ahora bien, la lógica intuitiva es que si no se confiesan con el cura de la parroquia… pero insisto, no quiero hacer juicio porque no lo sé. De todas formas creo que por parte de los sacerdotes es bueno recordar en las homilías y siempre que podamos la importancia del sacramento de la reconciliación.

—Lo pregunto porque en mi educación me enseñaron que para comulgar había que “estar limpio”, y eso pasa por la confesión. ¿Ahora nos absolvemos a nosotros mismos?

—Hay que ver que entendemos por la comunión. ¿Es “el premio de los justos” o “la medicina de los pecadores”?.Son dos conceptos diferentes. Por la primera solo pueden comulgar los que están limpios, puros. Esto se potencia por una gran parte de la iglesia exigiendo un perfecto estado de gracia. Sí, obviamente. Pero ese estado no existe pues siempre arrastramos la mochila pecadora con nosotros. Pero si la comunión se convierte en la medicina de los enfermos, es decir, si tú lo vives con fe, consciente de tu pecado y pidiendo: “Señor necesito de Ti, sin Ti no puedo”, entonces la Eucaristía se convierte en una medicina para el enfermo. Todos los extremos son falsos y de ahí la importancia de educar a la gente en el sacramento de la reconciliación para celebrar la Eucaristía en plenitud. De hecho si uno tiene conciencia de un pecado grave en su vida, está claro que comulgar sería una estafa, una falsedad.

—Quisiera hablar de los sacerdotes, tema que ya ha sido esbozado en nuestra conversación. Por cierto, ¿Cree usted en las apariciones marianas?

—La verdad es que ni soy gran devoto ni lo niego. Admito lo que diga la Iglesia.

Lo menciono porque en el conjunto de las apariciones se insiste en un mensaje de oración y preocupación por los sacerdotes y nadie oculta la crisis acaecida en el interior de la iglesia. ¿No piensa que hay muchos sacerdotes que, simplemente, no creen?

—Es duro esto, pero sí lo creo. Me da miedo hacer juicios de valor genéricos pero me da la impresión de que los sacerdotes tenemos que ser más conscientes de la profundidad de la vocación a la que Dios nos llama. Efectivamente nos hemos mundanizado mucho, paganizado bastante y sí puede ser que haya muchas crisis de fe. Esto es gravísimo, porque si el que está llamado a ser pastor no tiene la convicción, fuerza y pasión de aquello a lo que tiene que cuidar… por eso la tremenda importancia de rezar por los sacerdotes. Estamos expuestos al pecado y necesitamos mantener esa “santa tensión” evangélica. Desgraciadamente a veces si te encuentras a personas que no saben transmitir.

—Eso se nota mucho en las homilías, algunas insufribles, donde se ha olvidado la trascendencia y pululan entre un discurso buenista e infantiloide o  un mitin.

Puede ser consecuencia de la crisis de fe. Esto es como la ley del péndulo: en una época se puso mucho énfasis en el más allá y ahora nada. El término medio siempre es explicar lo que dice la iglesia y no separarse porque si no empiezan nuestras ideas personales e incluso decir barbaridades.

—¿De lo sobrenatural se ha dejado de hablar, curiosamente. La muerte, todo el destino último del hombre parece haber desaparecido de las homilías… Por cierto, ¿cómo explicaría el infierno?

El infierno, como dice la Iglesia es la opción de dar la espalda a Dios. Es negar a Dios. No es una condena objetiva externa de si lo mereces o no, con lo cual entraríamos en un peligro como es la doctrina del mérito. Esto lo hemos heredado, el ganarse el cielo o la condena. Creo que la iglesia crece en concepción y se da cuenta de que no es cuestión de merito, es cuestión de gracia – aunque suene luterano. Lo dice San Pablo, es decir, la muerte de Jesús no está condicionada, es para toda la humanidad. Ahora bien uno es libre de elegirla o negarla, de adherirse o rechazarla. La intención de Dios es salvar a toda la humanidad, pero somos libres y si alguien no quiere…

—¿Hay una mentalidad entre los católicos de que nos vamos a salvar todos?

Eso es un problema de relativismo moral. No es que todos nos vayamos a salvar, sino que la voluntad de Dios es salvar a todos, lo cual es innegable como leemos en los evangelios. Es un peligro, como creer que sólo se salvarán unos pocos elegidos.

—En todo caso, ¿la única puerta a la salvación es Cristo?

Ante todo Dios es creador del ser humano, es padre de todos. La puerta sí es Cristo, pero como dice el CVII – aunque haya gente que no lo valora – existen los cristianos anónimos. Cristianos que o no han oído hablar de Cristo o por su circunstancia humana…

—Un video hecho con el Papa Francisco mostraba una mesa con cuatro símbolos de las grandes religiones. El mensaje, se supone, era de unidad entre las diferentes religiones, pero si los Cristianos piensan que Cristo es la verdad ¿cómo se pueden poner diferentes símbolos al mismo nivel? ¿Es que es en el fondo es igual una religión que otra?

Cito un texto evangélico, cuando advierten a Jesús: “están bautizando en tu nombre pero no son de los nuestros”. Y responde, “dejadlos, si no están contra nosotros están con nosotros”. Un buen creyente de cualquier religión  que busca Dios y viva con el corazón y fraternidad universal, viviendo su religión honestamente y no tiene la oportunidad de conocer a Cristo… se puede salvar. Hay el peligro de la ley del embudo, pasar del mensaje universal a “fuera de la iglesia no hay salvación”. Esto es un reduccionismo .

—¿Y la función evangelizadora  de los misioneros y su labor de conversión?

Los misioneros iban a hablar de Jesucristo. La pregunta aquí es si la religión agota a Dios. Yo creo que no. Ahora bien, si la pregunta es sobre la fundación de la iglesia por Cristo. Sí, claro. Pero ¿El la ideó como nosotros la concebimos hoy? Es decir, ¿Cristo se agota en la iglesia católica y sus parámetros, o Cristo, que es Dios, se desborda siempre? ¿Podemos condensar, atar y meter en un parámetro humano como es una religión concreta y decir fuera de aquí Dios no está? No me atrevo a hacer esa afirmación porque creo que no hay nada que reduzca a Dios. Lo que ocurre, es que hay semillas de verdad, intuiciones de verdad en otras religiones. ¿Por qué no? Ahora bien, que Cristo es la verdad, absolutamente. Y nuestra misión como cristianos es dar testimonio de Cristo y lograr que todos los pueblos conozcan a Cristo para que tengan la oportunidad de elegir. El misionero es aquel que se hace compañero de camino de otros para hablarles de Xto.

—En este sentido, ¿es importante para los católicos hacer una conversión personal para saber lo que creemos y si lo creemos, más allá de seguir una costumbre, heredada en muchos casos que, si bien no se niega, tampoco se acaba de entender?

—¿Absolutamente. El hecho de nacer en una familia Cristiana no garantiza la conversión personal. Esto parte de un encuentro personal con Cristo. Uno puede nacer en país aparentemente católico como el nuestro, pero la conversión es un trabajo personal de encuentro con el Señor, entonces claro, muchos católicos bautizados no tienen el encuentro con el Señor. El Papa Francisco, sin ir más lejos, alerta sobre el hecho de ser “cristiano ideológico”. Es decir, aparentemente te defines como cristiano pero en tu vida practica ni practicas los Sacramentos, ni rezas, ni vives como cristiano, lo cual es un problema grave.

—Hablando de Francisco. Ha supuesto un cambio radical frente a Benedicto, ¿son tan contrarios?

Son complementarios, no contrarios aunque desde una parte de la iglesia se busque el enfrentamiento. No olvidemos que un Papa es una persona, que trae su historia, cultura, contexto vital. Los dos tienen un contexto vital muy diferente. Alemán, argentino, mundo de la curia desde muy joven, mundo de los estudios, intelectual….Francisco es pastoral y con el pueblo, este muy diferente del Europeo, allí la iglesia está muy cercana al pueblo. Ambos viven la fe desde contextos muy diferentes. Creo que se complementan y la riqueza es sacar lo bueno de los dos.

—Usted es catalán. Cuando visito Cataluña veo esteladas dentro y fuera de los templos.

Me incomoda mucho. Hay una corriente independentista muy fuerte en la iglesia.

—¿Hay división o contrapeso?

División no. Realmente lo que hay es pasotismo. No hay enfrentamientos. Pero a mí me incomoda y duele mucho porque no me identifico y me duele que la iglesia tome partido en estas cosas. Pero ojo, también al revés, se toma partido.

—¿No ha sido un error crear las conferencias episcopales que pueden degenerar en taifas nacionales de algo que debe ser católico, es decir universal?

Puede ser un riesgo, si. Siempre está la lucha centralismo y lo contrario. El peligro es hacer religión y política por los dos lados. Desde la religión se justifica el independentismo o el nacionalismo español. Dos polos, opuestos.

¿La unidad de España es un bien moral?

La unión es siempre un bien moral, la pregunta sería si una unión forzada lo es. Dos personas que quieren estar juntas es un bien moral, pero dos personas forzadas a que estén ¿es un bien moral?

—Depende de quién y cómo cuente una historia de una relación tan larga, ¿no?

Pero se podría preguntar desde cuándo existe el concepto histórico de España como una única nación

—Bueno, se puede ver desde Hispania, Visigodos, Reconquista, 1812… en todo caso es más fácil o complementario fijarse en las consecuencias del nacionalismo cuando ciudadanos deben abandonar su tierra, en el País Vasco por violencia o Cataluña por imposición lingüística, por ejemplo.

Ya, pero desde ese mismo argumento los nacionalistas te argumentan otra cosa, por ejemplo los vascos argumentan que Vasconia no pertenecía a Hispania ni a la Hispania Romana. O hasta los Reyes católicos eran reinos independientes. España como bien moral…no me atrevo a responderte, fíjate.

—¿Usted se considera español?

Yo me siento español, soy nacido en Cataluña, no me siento independentista y me gusta que estemos unidos. Cuando viajo digo que soy español, ahora bien, tampoco quiero cerrarme a la posibilidad de personas que no se sienten como yo me siento. Mi gran dilema es cómo aceptar sin violentar al que se siente lo contrario.

—¿No ha visto ningún tipo de conflicto social allí?

En Cataluña, yo siempre he hablado español con tranquilidad y en nuestro colegio las misas son en castellano excepto una en catalán. Sí que es verdad que hay mucha diversidad. En los pueblos se habla más catalán, en Barcelona hay de todo, y la gente convive con los dos idiomas con cierta normalidad. Sí que es verdad que cada vez se está radicalizando más y el ambiente no es bueno, pero no es verdad que haya, como se quiere transmitir, un enfrentamiento social. La gente vive y vive tranquila. Mi familia es castellano parlante y no tienen problemas, tampoco es bueno lo que los medios a veces quieren transmitir y creo que la gente aprende a convivir con normalidad.

—¿Y fuera de Cataluña ha tenido algún problema?

Yo he vivido las dos realidades, soy de Barcelona y me siento, como digo, profundamente español y a veces cuando he salido al resto de España he sufrido las bromas típicas “tú, como no eres español”… cosa que no se diría de Asturias, por ejemplo, nadie hablaría mal de mi tierra. Creo que los medios tienen una gran responsabilidad en esto. Por ejemplo, yo siempre fui a ver a la selección española en Barcelona, e incluso a la catalana. Pero es tema se politizó tanto que una vez tras el partido leí:”80.000 almas claman por la independencia”. No volví más. Yo iba a ver futbol, pero mucha gente no iba a eso, iba a hacer política y dejé de ir. Es un tema complicado.

—Los medios influyen en la percepción de los problemas. Se vende la violencia de la Europa “je-suis” y se omite el genocidio de los cristianos.

Los medios transmiten sensibilidad social y mostrando unos temas y obviando otros. Desgraciadamente existe lo que sale en la tele, y lo que no, no existe. Tienen una gran dosis de responsabilidad.

No se puede negar que se está viviendo, sobre todo en España, una cierta cristianofobia. Parece el objetivo de todas las iras y que el problema de todos los problemas es la Iglesia, cuando en muchos lugares es una institución que si no estuviera habría muchos problemas. Por ejemplo en el ámbito social no hay iglesia que no tenga Caritas. Hay una cristianofobia creciente que me preocupa pero por otro lado me da esperanza como un signo de purificación.

—En España sabemos bien eso, con una tremenda historia de persecución religiosa

No conviene olvidar que el ADN del cristiano en este mundo es el martirio, no la gloria. Desde el principio, comenzando por Jesús, los cristianos mueren mártires, casi todos los discípulos también, los apóstoles, la iglesia naciente está bañada en sangre… y nosotros en España se olvida que la sangre de los mártires son semillas de cristianos. Claro se está más a gusto con un nacionalcatolicismo, un cristianismo que impera…pero no es el estatus propio de un cristiano llamado al martirio.

—¿No se es demasiado crítico con el Nacionalcatolicimo desde el seno de la iglesia moderna, teniendo en cuenta que era la respuesta normal a una época?

In medius virtus, esto no es nuevo. Buscar el equilibrio, hay gente que lo llama diplomacia o cobardía, pero hay que buscar la justa medida. El NC nace en un contexto histórico muy cruel donde gracias a Dios se acabó la guerra y se pudo vivir en paz, pero 40 años de dictadura – en que se podrá estar afín o no – en la que la Iglesia formo parte del nuevo estatus social y la gente que no se identificó con las ideas del régimen ve a la Iglesia como una aliada del NC, cuando como hemos dicho debería ser universal y ajena a todo nacionalismo.

—¿El problema entonces es el poder, no? Siempre termina ganando, como cuenta Benedicto en “la sal de la tierra”.

Sí, la gran tentación de la iglesia es aliarse con el poder. Siempre ha sido, comenzando por Constantino, pasando de una Iglesia perseguida a ser parte de una realidad romana hasta que Teodosio la convierte en la única religión oficial. De permitida pasa a oficial y de perseguida a perseguidora.

—En mi opinión lo más grave es que se empieza a “evangelizar desde arriba”, es decir, se convierte el establishment y las clases acomodadas y quizá “más abajo” no acaba de llegar el mensaje.

Claro, el temor está en identificar a la burguesía con el catolicismo. Lo que debemos conseguir es que el catolicismo no esté cerrado a una clase social.

—Lo cual en sí es contradictorio. ¿No son los valores burgueses en sí contrarios a los evangélicos en el sentido de búsqueda de seguridad, riqueza, la felicidad como confort…?

Si te fijas el evangelio busca siempre a los que tienen poco o nada, los desubicados…en España es un peligro identificar a una clase social con la Iglesia, iglesia-derechas-acomodado-burgués …La llamada cristiana de impregnar a toda la sociedad se limita. Se debe ser independiente de clase, partidos políticos…

—Incidiendo en ese tema, quisiera tocar el tema de las nulidades de matrimonios católicos. ¿No cree que todo el impulso de facilitar la llamada “nulidad express” viene de este aspecto? Es decir que son los mismos católicos los que se divorcian en masa, especialmente los hijos de aquellos formados en el catolicismo, que han ido a colegios católicos, que se definen como católicos y que aún así se comportan con una actitud igual a un no creyente?

Te respondo desde la experiencia como sacerdote. Vivimos en un momento en que hay católicos ideológicos o culturales pero cuya vida no es coherente con el cristianismo. Con lo cual hay gente que se está casando por la iglesia porque está bautizada pero que realmente no  llevan una vida propia de un cristiano. Por lo cual acceden a un sacramento que nos lleva a pensar si es lícito, valido o no. Por ejemplo, si una persona está bautizada y tiene derecho al sacramento pero que en realidad no tiene fe, como hay muchos cristianos sin fe personal, entonces cómo podemos decir que es válido el sacramento si a las 3 preguntas del consentimiento falla algo (venir libremente, ser consciente de que es para toda la vida, y si se está abierto a la vida). Puede haber de defecto que te digan que sí pero en el fondo no cree en ello. Como es el caso de morales básicas o débiles que se casan “mientras dure el amor” …

Lo que la Iglesia está intentando, creo realmente motivada porque hay muchos católicos que se divorcian, es discernir si realmente el problema está en la base, es decir, en la preparación al matrimonio.

—¿Cómo se va a solucionar?

La exhortación evangélica va ser positiva, poniendo el énfasis en una buena preparación matrimonial para que cuando una pareja acceda al matrimonio católico sea plenamente consciente de los compromisos que adquiere. Quizá ha habido demasiadas facilidades a la hora de acceder al sacramento convirtiéndolo en algo folklórico, cultural, social…

—¿Ha visto casos flagrantes en que ha tenido la tentación de negar el matrimonio?

Mira, es muy difícil para nosotros negarle a alguien el sacramento a priori, si está bautizado y se dice católico y no te niega la fe, pero no somos tontos, si ves que la fe es de boquilla…dirías… yo no te caso. Pero es muy difícil.

—Igual sucede, supongo con el folklore de comuniones, bautizos…¿no cree que tienen una responsabilidad ahí los colegios católicos más preocupados en la formación académica que en la espiritual?

Si, cierto. Pero hay muchos factores. Al no haber vocaciones – yo he sido 13 años el único sacerdote en un colegio católico dando clase a 1200 alumnos – y así no abarcas a alumnos y familias, por lo que se forman equipos de laicos, de buena fe pero  poco comprometidos y empiezas a ver cómo se va desmembrando el tema. Entonces el colegio católico se encuentra intentando mantener su identidad ante una sociedad que si no ignora, rechaza… y gestionar eso es difícil. A la vez vienen chicos que reciben una formación católica regular o normalita pero cuando salen a la sociedad está totalmente paganizada, incluidas las familias. La efectividad se reduce mucho. Es muy difícil que persevere la fe.

Yo me desanime mucho, es doloroso. Yo traté de enseñar de una forma actual y realmente no se obligaba a los alumnos a que hagan lo que no quisieran, se ofrecía la confesión libremente, una misa al principio de cada mes… y ves que tras años te encuentras con alumnos que te echan en cara las enseñanzas como si les hubieras violentado o algo. El tema es que es un mundo muy paganizado y con gran cristofobia.

—¿Ha tenido alguna crisis de fe en su vida?

No, ciertas dudas sí, pero nunca he dejado de sentir a Dios en mi vida. Es un don que me ha permitido mantener la fe bastante firme

—¿Cómo descubrió su vocación?

Me la planteé a los 17 años, precisamente en el colegio donde después ejercí como pastoralista en Barcelona. Había un “humus católico” aunque yo siempre viví bastante ajeno a la fe, con padres cristianos pero no practicantes, cosa que me parece extraño, porque creyente se puede ser sin practicar pero cristiano no. En todo caso en casa nunca he recibido nada negativo contra la Iglesia.

Al principio un disgusto enorme, un shock muy fuerte, pero ahora tras 18 años de sacerdote el disgusto es que lo dejara. Me ven feliz, ven el bien que puedo hacer, el amor que recibo… y eso a los padres les gusta mucho.

—Terminamos con lo más importante, la llamada “VOLUNTAD DE DIOS”, el gran misterio. ¿Cómo se puede abrir uno a ella y después reconocer si viene de Él o es un producto propio?

Aquí entre el discernimiento de espíritu y voluntad. No se puede hacer solo porque nos falta perspectiva. Los sacerdotes también tenemos directores espirituales. El discernimiento empieza escuchando la palabra de Dios, qué dice qué despierta en nosotros y qué suscita dentro de mí cuando yo la escucho. En todo caso siempre la Voluntad en la decisión va acompañada de paz, no de desasosiego. Yo tenía muchos miedos pero en el discernimiento comprendes que lo importante no soy yo, no soy llamado porque valga mucho o no, sino porque Él quiere servirse de mí para su proyecto, pero es Él. Y al final dices: Hágase tu voluntad. Dios no pide nuestros meritos sino nuestra adhesión: “Aquí estoy, Tú dirás”.

—¿Como cualquier amor, no? Pero en mayúsculas.

Sí, como el amor de pareja: nace por el sentimiento pero permanece con la voluntad. El peligro es pensar que nace por el sentimiento y lo hace permanecer. El sentimiento es muy volátil, pero la voluntad no.

 

1 thought on “PATER JUAN MOLINA: HERMANO THOR

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