Una de las víctimas de estas elecciones ha sido Rosa Díez. Una mujer con «arrautxes», como gusta de definirla una amiga, también rubia con chispa. La verdad es que siento que desaparezca del escenario político. Sin compartir gran parte de sus ideas creo que ha sido una figura importante en nuestra historia reciente al denunciar la deriva de su partido cuando el Zapaterismo comenzaba a mostrar su verdadera cara. En su viaje personalísimo, hemos visto el comienzo y el final de un proyecto que se agota y explica desde ella misma. Boicoteada por su partido y maldecida por los líderes emergentes que la prohibieron la entrada en la universidad, reproduzco, con gran respeto aquel post que escribimos el día que dio con la puerta en las narices al partido socialista.

31/8/2007 – ROSA DÍEZ

Rosa Diez decide por fin abandonar el PSOE, el Partido. Se jalean insultos desde el poder y comprensión desde los medios liberales.

El partido socialista, el partido de la rosa y el puño, decidió hace bastante tiempo cambiar el diseño de su flor para hacerla ágil, flexible, comestible y guay. Muy en la línea de la evolución del siglo pasado, que no ha dejado más que un desfile de flores marchitadas por el tiempo, cual margarita ingenua que adornaba las cabezas alucinadas de las hembras hippies.

Para hacer crecer a una rosa hace falta mucho tiempo y mucha paciencia, muchos años, quizá más de cien y de honradez real, no de slogan. Y forjarla con el nutriente de las grandes palabras, de los valores, de los principios que se insertan en la tierra y florecen en rojo, o blanco, o arcoiris, pero que se saben alimentadas de amor, rabia y siglos. Y se sabe que en ese crecimiento, la rosa procrea espinas que la harán más bella e hiriente, más difícil y compleja. Espinas que romperán en sangre a las manos embrutecidas que tratarán de poseerla sin permiso ni cuidado.

Pero el Partido renunció a esa raza de flores que, excepcionalmente todo hay que decirlo, crecieron en tierra tan pobre de por sí. Pues hasta en tierras muertas una rosa es capaz de surgir. Los nuevos jardineros ignoran las espinas y quieren sembrar la Historia con estiércol de muerte y mitos para hacer crecer setas alucinógenas y afrodisíacas que indiquen un nuevo camino de luz. Neón de lenocinio que nos dirija desde la flor salvaje y carnal del paganismo hacia el capullo imposible de la utopía en bosques inexistentes. Flores del mal, indeed.

Flores del mal que se han ido creando en el camino, flores de un día, flores sin espinas engendradas deprisa, perdón, de-Prisa. Recogidas con ansia desde los invernaderos oficiales por garras artrósicas de cómicos sin gracia para donarlas a criminales cuya palma todavía apestaba a parabellum.

Y mientras tanto el jardín de España arde, se quema para no dejar pistas. Hasta el desierto inevitable del que nacerá la flor de cactus.

Se avecinan tiempos de flores en el desierto, flores nuevas que, estas si, solo crecerán por la Pureza, el Amor y la Verdad por aquellos Principitos que las sepan cuidar.

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