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No nos hemos recuperado todavía de las elecciones, sofocados entre pactos rompeolas contra revoluciones atrincheradas en distritos, cuando nuestra gran Leticia Sabater retorna a escena haciendo gala de nuevo himen porque, explica con su alegría de rubor bizco, ‘me quiero volver a estrenar‘.

Leticia se nos reaparece así engalanada de metáfora de un país que aspira a volverse a estrenar tras décadas de mucho y mal follaje que ha conseguido despojar la ilusión primeriza.

Atrás quedaron, en nuestra posmoderna historia, las iniciaciones caídas en embestidas flipadas de portales en movida y sobredosis, hasta aquellos polvos de finde y nada, manufacturando en fin, los amores sucedáneos de una generación genéticamente divorciada de si misma y que, en el fondo, ha sublimado un instante que nunca ha tenido.

Mucho más lejos quedan aquellos tiempos de virtud e intimidad, horas rosas con hilo azul, de matrimonios eternos como condenas dulces y esperas sublimadas. Tiempos finalmente decapitados por una educación sexual técnica y de género, diseñada para conseguir eficiencia y evasión por el placer, dos factores que han llevado a un salón de tremendas soledades.

Así, la moderna especie fémina, se divide entre las eternas chicas-majas eternamente intocables cuya virtud se ahoga en éxitos profesionales y sueños de abril, junto con unas maduritas que las da por reinventarse escribiendo porno con sello editorial ‘romántico’ o ‘cuore’  que describe un anhelo, en el mejor de los casos, disfrazado de metáforas silvestres o tules fetichistas, hasta la crudeza de latigazos sados en párrafos que producen, cariños míos, mas psicoanálisis que erecciones. En cambio, rompedora y directa, mi querida Leticia ha optado por el camino más corto, el eternoretornismo físico y forzado del mito de las primeras veces, como una Madonna ibérica encarnando el «like a virgin» décadas después.

Con toda la prudencia, quien soy yo para decir nada, me parece que arreglar la mítica Flor  es como colocar guirnaldas lacias en el túnel del «negron» que siempre me lleva a Asturias. Casi mejor dejarlo como está.

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