Se acabó la Feriarte 2013. Tras nueve días donde la oferta y la demanda del mundo del coleccionismo de arte se han visto las caras para resumir la situación del sector, cerramos ayer la edición número 37 en un domingo gélido preludio de nieves y celebraciones.

Todo empezó hace dos viernes a las siete de la tarde. Llegué a punto de ver a Álvarez del Manzano sonreír a cámara mientras cortaba cintas de inauguración entre una cohorte de asesores y guardaespaldas. En un paseo protocolario de saludos y protocolo me uní al séquito con mi cámara haciendo alguna oportuna y disimulada pausa para degustar los canapés

Entre los 90 espacios poblados por galeristas y expositores se cubría un mundo poblado por muebles de mas de un siglo, un sarcófago milenario, decoración posmoderna del presente imperfecto, relojes con tiempo propio, pinturas de maestros clásicos y egos contemporáneos, editoriales de arte en pergaminos y pedagogía y asesorías de mercado sectorial que explican tendencias. Es lo que tienen las Ferias de arte, desde la sublimidad del detalle inspirado hasta la depredación del precio comienza un juego semanal donde los protagonistas hacen que el espectáculo esté dentro y fuera de los pabellones. Hay un acompañamiento especial: catas de vinos escogidos y sublimados en salas VIPS y muestra de automóviles y motos de antaño.

Una invitada de excepción este año era anunciada con orgullo y bombo: una veinteañera que nos honra desde un tiempo mas allá de la antigüedad. Tumbada en su sarcófago de madera estucada egipcia en policromo ha sido la chica mas vista de la fiesta, seguramente. Partiendo de la figura humana de esta excepción fui paseando lento tras dejar al comité de tecnócratas. Me acompañaron en mi paseo máscaras africanas de expresionismo en ébano y esculturas mas recientes. De ahí a la pintura de los siglos creativos de rostros y paisajes a la modernidad desfigurada de línea en busca de autor hasta terminar en la parte nueva del diseño donde se intenta hacer digerible la deshumanización entre colorines forzando el ingenio.

Tras ese primer paseo voy a lo mío, claro. Y lo mío son mis amigas galeristas de Los Madriles a quien deseo suerte en ese primer viernes de compromisos para quedar a vernos una semana después para ver que tal ha ido todo.

Y todo llega, y cada vez mas rápido. Llega el domingo como una plomiza caída de hoja en las postrimerías de la Feria. En la tranquilidad pausada de los últimos paseantes me recibe Soraya Cartategui, galerista especializada en pintura flamenca y holandesa del XVI y XVII. La veo sonriente, contenta. “Ha sido una buena feria”, me dice. ”Teniendo en cuenta los tiempos que estamos pasando se ha visto una alegría distinta en esta feria con nuevo interés por parte del cliente”. Soraya lleva participando desde el año 97 en y ha visto diferencias estos años: “el tamaño de la Feria se ha ido reducido considerablemente por la cuestión económica, sin embargo esto ha hecho que se cuide y mime mas el producto, lo que al final repercute en el interés del cliente”.

Este perfil de cliente-coleccionista ha cambiado también en estos años: “antes los coleccionistas mantenían un nivel muy constante de adquisiciones durante el año, ahora surge un nuevo cliente que podemos llamar “espontáneo” que se encapricha de una pieza y la compra sin que implique que vaya a iniciar una colección, además hay un incremento paulatino de compradores internacionales”.

Soraya tiene experiencia en otras Ferias de Europa – tiene otra Galería en Turín – y cree que Feriarte está todavía un poco distanciada: “nos falta mucho camino por recorrer. Para hacer algo al nivel de la, indiscutible, número uno – Maastricht – sería necesario tener un nivel coleccionista mucho mayor del que tenemos. Independientemente de la economía hace falta tener un nivel del coleccionismo mucho mayor en España”.

Me indica los cuadros que ha vendido y quedamos para un reportaje próximo en su galería.

Continúo a visitar a Ana Chiclana. Pabellón exquisito, con áurea blanca, elegante Su galería está especializada en pintura antigua del XVII, establecida en España desde hace 15 años con el objetivo de introducir en el mercado español pintura flamenca y holandesa de primera línea “tanto a coleccionistas privados como a museos”, se presenta.

Es su décimo aniversario en Feriarte: “empezamos en 2003, un año muy bueno para España y particularmente en el sector. Viendo la década en perspectiva podemos decir que sigue existiendo un coleccionista fiel que busca lo exquisito y una evolución del público que se ha ido especializándose para buscar piezas de primerísima línea”.

La adquisición de estas piezas no es un problema para Chiclana dado el seguimiento que realiza en el mercado internacional desde su despacho de París: “Son trabajos que podemos ofrecer desde nuestras galerías fuera de España”

Ana califica a Feriarte como “muy española, muy arraigada en las costumbres de los coleccionistas españoles y conviene estar aquí en contacto informal y directo con el cliente”. “La clave de la feria”, explica, “está en el primer fin de semana, que es donde se realizan la mayoría de las compras”.

Nos sentamos con amigos comunes para hablar de lo humano y lo divino mientras nos va abandonando la gente, se ralentizan los paseos y se va desplomando el domingo.

Se apagan las luces del pabellón número cuatro, se baja el telón del gran espectáculo del mensaje estético y salimos al espacio infinito de un Campo de las Naciones donde se acumula el frío abierto de la capital.

La Navidad espera al otro lado con luces por encender.

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