«el numero supone la belleza máxima, la condensación de la palabra. Yo es que soy bastante pitagórico». Amando de Miguel sostiene el micro y responde en una frase la esencia de su obra y carácter. Estamos en el turno de preguntas al final de la presentación de su Quijote. A la pregunta sobre su dualidad de escritor y sociólogo concluye de pie, como en un recital, trayendo a Pitágoras mientras se mueve de un lado a otro para finalizar una clase magistral.

He llegado hace una hora, rodando en bajada rumbo a Atocha, en estos días de semana, cercanos al finde, donde se acostumbran a presentar libros en la capital. Es preludio de Pascua, con inflación de guiris por el centro mientras beben cañas y maltratan mendigos en plazas mayores. Miro con tristeza a una estación que con tanta facilidad olvida con flores mustias a sus mártires mientras ignoro ese mausoleo llamado “Reina Sofía”. Me introduzco en la calle donde se presenta la obra y un señor con gorro me confirma que estoy en el lugar correcto. La sede de la Revista Leer con la editorial Stella Maris acoge el evento. Cruzo puertas hasta ser bienvenido por una foto del gran José Luis Gutiérrez: Gesto de perfil, de lobo con barba, periodista de raza que define un carácter. Periodista que, con el autor que nos acompaña escribió el fundamental “la ambición del César” que describió una época, otra, en esta España de continuos césares.

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La sala ofrece una paz de sillones y ventanales, cuyos estantes de libros nos dan un ambiente de hogar. Añoro una chimenea con leños para acunarme en esta erudición de personajes públicos, antiguos ministros, nuevos políticos y familia cercana con niñas que llega a arropar a Don Amando. Saludo a los míos y conozco a nuevos camaradas que se hacen visuales desde la virtualidad. El gran Capitán aparece con su sombrero y sin Sol por la puerta. Escritor y profesor, hoy viene como sutil modelo de una obra homenaje a uno de los mitos hispanos por excelencia.

Porque esto es un «Homenaje, no mujerage», bromea en serio De Miguel en su introducción. Homenaje, explica, viene de vasallaje, no de géneros y su lucha. En estas épocas de confusión hace bien el maestro en meter la pulla de humor, siempre didáctica e intencionada. Me he sentado detrás, aparte, para ver el conjunto mejor. Da gusto cuando las presentaciones se hacen de manera natural y tan profesional entre fieles. La gente así se acomoda en calma y orden entre sillones colorines y sillas, encarando un sillón principal donde se van pasando el turno los anfitriones.

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La idea es que Don Quijote vuelve a España, a esta España de hoy, ya incomprensible hasta para sus contemporáneos hijos, o sea que increíble para nuestro mito. Carlos Cuesta, personaje inspirado en la obra como «cuesta-arriba», introduce el texto desde su óptica política y televisiva. Parece ser que el Hidalgo será contertulio habitual de su alter ego en el libro. Excusa para ofrecer un paseo por una piel de toro donde los molinos han cambiado forma y no sustancia, al ser dibujados como maquinarias formidables y tantas veces invisibles que dirigen el mundo.

El editor Eduard Gonzalo a la izquierda saluda. Más editor que nunca, al añadir la comercialidad de un título que introduce a Letizia. Audacia en la introducción de un personaje que tira de marketing, siendo irrelevante en la novela. Cierto es que Dulcinea tampoco aparece en el Quijote, se subraya. La historia es que el autor presentó un manuscrito encabezado por «El Quijote en el siglo XXI», pero el ingenio estrafalario de los que dirigen el cotarro buscaron el aliciente «Letizia». Se justifica, en todo caso, un término medio siguiendo el consejo de Paniker que sostenía que si en el titulo viene la palabra España se vende más.

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Pues de España se trata todo esto, en fondo y forma. El permanente laberinto patrio visto hoy desde el mito del Hidalgo de La Mancha me hace recordar al Quijote de Don Orson Welles: la visión de un espacio caótico desde una mente lúcida de la locura pura es la gran mezcla que nos define. El Quijote de Don Amando es un libro escrito en dos meses, pero “desde cuarenta años de vida». De una vida pitagórica de poesía en números con rima sociológica y prosa de «nivola» unamuniana, que es lo que le va al maestro.

Mucho humor y personajes reconocibles nos hacen concluir que, entre Pitágoras y Unamuno, Quijotes y Sanchos, los españoles seguimos reuniéndonos entre butacones de jueves a media tarde para ver si entendemos no sólo al país sino a nosotros mismos. Aplaudimos el intento, mientras las nietas de Don Amando sonríen educadas en esta primera introducción a una tierra que las verá crecer. Tienen un buen guía.

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