Se acabaron las múltiples “celebraciones” del día del libro entre rosas de batallas perdidas hasta que en mi paseo crepuscular por Colon me asalta la metáfora del día que resume la jornada: una luz se posa sobre un héroe, Blas de Lezo. Echábamos de menos una iluminación semejante, en una plaza tan majestuosa donde, al caer la noche, el almirante pasaba inadvertido para sus fieles. En la soledad de la bandera una grúa calculaba perfiles y bombillas frente a la velocidad de un patinador que iba a lo suyo.

Hago la foto desde ángulos opuesto mientras recuerdo unos meses antes que parecen siglos…

DICIEMBRE 2014

 …me dirijo a los Jardines de Colón para mezclarme con un Pueblo más aposentado. Es este un Pueblo no mediático, diría que invisible e incluso anacrónico. Porta estandartes de otra época con aspiraciones permanentes y se aglutina frente a un rincón donde se unen hemisferios de espacio y tiempo. Este pueblo no se canta a sí mismo, sino que escucha y aplaude a una legión de prohombres que dirigen sus loas hacia una figura de piedra.

 La figura representa a un hombre tuerto, manco, con pierna de madera. Un hombre, en fin, que se sembró pedazos de su cuerpo en cada campo de batalla para recoger gloria. Está inmortalizado desafiante, altivo, digno y, quizá agradecido. No en vano está ahí porque el personal que tiene enfrente le ha sacado del olvido, quien lo diría, milagro de milagros, que aún queda algo de memoria en este presente absoluto y hueco. La memoria, ese órgano está tan inútil,  maltratado de ideología, violado de utopías.

 

Nos lo explican muy bien desde el otro lado del hemisferio, desde Colombia agradecida, con ese acento forjado de disciplina gramatical y emoción pura, valores tan perdidos en la metrópoli. Habla hacia la figura del mediohombre, agradeciendo el hermanamiento de pueblos destilado en una lengua.

 

Al héroe de metal se le une una comunión de santos cuando suena el himno al Pueblo, al Otro Pueblo, al inmortal que espera en el purgatorio de la gloria desde una muerte que no es el final, recuperar su sitio desde la memoria y el corazón de los presentes.

 

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