Entramos en la última semana de septiembre con un otoño recalentado de revoluciones donde el protagonista tiene un nombre: Madrid. A la guerra epidemiológica-globalista que se inauguró oficialmente el 8 de marzo en el centro de la capital, se refina con la batalla logística que la semana pasada se vivió en el Palacio de Correos. Dos Olas de una misma lacra que se está usando magistralmente por una raza política para provecho propio. 

Si de la «performance» de la primera manifestación se llegó a estados de alarma y asentamiento de un poder político tan legítimo como inmoral, de la pantomima de la segunda «cumbre», se llevará al control de la capital de España por parte del gobierno central. Toda la autoridad que no ha tenido dicho gobierno para solucionar temas estructurales del país, lo tiene ahora para intervenir con una prisa chulesca, emergente, y feroz en una comunidad particular. Los medios de propaganda arden en plasmas, papeles y demás virtualidades para clamar, escandalizados, que Madrid debe ser intervenido ipso facto. El grado de histeria que desarrollan las televisiones es inversamente proporcional al de un pueblo que, harto y deprimido, desconfía de todos aquellos que se hacen llamar «sus representantes «. 

Nada ya es fiable. Desde las torpes medidas de la comunidad hasta las artificiales prisas de un gobierno depredador, la gente sospecha que sus puntos de vista son incompatibles con la realidad de sus problemas. Por encima de las banderas que cuelgan institucionales hay un juego que nada tiene que ver con las que crecen en jardines para recordar a muertos. A la clase política sólo se le exigen dos cosas: unidad y silencio. Unidad de acción conjunta y silencio que deje a la comunidad médica actuar en un estado enfermo. Bajo la niebla de la pandemia se está luchando, como es su naturaleza, por algo tan obsceno como es el Poder. 

Poder que a nivel central se llaman Presupuestos y cuya aprobación arrasa con cualquier tipo de soporte del Estado: iniciando procesos de indultos, humillación a un rey florero-de-lys, se termina de desguazar a un poder judicial y, como guinda, se toma Madrid con excusa salvavidas. Poder que, en la otra parte, se basa en un control de la economía que, aparte de obviar una situación que ni entienden ni quieren entender, toman unas medidas torpes que dan en bandeja una «segregación de clases» que utilizará todo un populismo a sueldo. 

La conclusión, ya se la adelanto: se intervendrá Madrid y se arruinará. En dicha intervención se salvarán las suficientes vidas para que los ratios, tan bien manipulados, dejen al gobierno en cabeza de una curva salvadora que le haga héroe de la cosa. Y la ruina, ya saben, a cuenta del pueblo y con responsabilidades al gobierno regional. 

La jugada, la misma jugada repetitiva sigue funcionando. Hay que reconocer que lo saben hacer y llega un momento de duda que reconoce o que son muy listos y los otros tan tontos, o es que la dinámica del Poder es tan generosa que al final ganan todos. Lo que está claro es que nosotros estamos fuera de la partida y, como decíamos ayer, seguimos invitando a las consumiciones. 

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