Este año no da tregua y las agendas se van acelerando hacia el destino. Se abalanzan los muertos a los titulares mientras pantallas de plasma muestran hombres de negro rematando a hombres de azul en un pavimento borroso de la ciudad de la luz
Apenas se fueron los Reyes Magos por otros caminos y una de las pocas redacciones de prensa que quedan con personal currando, desaparece en una operación relámpago. Tras el eco de los disparos se ha hecho un mínimo silencio para expirar y, a partir de ahí, la mátrix digital se explaya.

Nuestro Occidente autista, de ombligo donde no se pone el sol, empieza a analizar el drama matinal comenzando por los madrugadores garbanzos negros de la familia, dandis ociosos de tuit veloz, tirándose al PC para gritar engolados que no les extraña y que les parece normal. Les siguen los funcionarios cortoplacistas de topicazo y condena contundente para que, al final en las tertulias tardías, todo se difumine en el slogan de lugar común para un personal sentimental, naif y confiado que le da por llamarse Charlie por un día.

La excusa ahora se llama libertad y se apellida de expresión y bajo el mito de la diosa se segmenta la opinión, se eligen a los protas y se hacen dictámenes donde se oculta el gran problema: la realidad de una invasión avanzada que es mejor ni tocar.

La matrix occidental explica así, entre lazos negros y pegatas, que es un problema de «comunicación» y «tolerancia» mientras los nuevos Charlies asienten dócil y llorosos haciendo zapping entre el partido de futbol del siglo y la noticia del día.

Y entre tanto sabio nadie se le ocurre decir, que esto es un problema de Libertad, si, pero con L mayúscula y sin apellidos. Libertad contra esclavitud de una tierra hastiada de sí misma, ciega y cobarde que se permite ser invadida y disparar al culpable que no es.

El final de la historia lo podemos suponer. Se vaciarán tintas con todas las modalidades de blasfemias posibles para demostrar lo libres que somos y se culpabilizará a la religión de todos los males – sobre todo a aquellas que no matan, por si acaso – mientras el personal seguirá haciéndose llamar Charlie tan orgulloso, obviando, claro, ni una palabra sobre eso que el enemigo está dentro, arriba y abajo, bienvenido  y mejor entrenado.

Financiado en las alturas y sobrevolando en los pavimentos como una avispa negra rematando con una limpieza absoluta a un poli agonizante con uniforme azul.

Como la bandera de Europa.

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