Me encantan los quioscos. Siempre que paso por uno me quedo un rato mirando y todo se convierte en un escaparate de la infancia. Especialmente en este mes que es cuando se lanzan las colecciones. El mes de las ofertas de los primeros fascículos de cualquier tema imaginable: desde cursos de guitarra, cucharillas del mundo, soldaditos de plomo, super ediciones para coleccionistas de historia militar… El tema es amplio.

Yo solía comprar muchos primeros fascículos, algunas colecciones las acababa y la mayoría no, claro. Recuerdo así al vuelo la colección de «Musicalia» – magnífica enciclopedia de historia de la música y casetes – y el «Libro gordo de Petete», que eran cuatro tomos de colores interminables ,ya que uno acababa esas colecciones casi agonizando después de la euforia inicial,

Yo pensaba que esto había cambiado con esto de la modernidad virtual hasta que hoy por sorpresa me he topado con el careto de mis inmortales Mortadelo y Filemón que me miraban guasones desde la vitrina. Me acerco y veo un edición especial de Aniversario de 40 años (alguno mas…) con lbros de tres «historias largas» como las llamábamos entonces. En este primero leo: Magín el Mago, La máquina del cambiazo, y los Mercenarios. Las tres historias las tengo leidas y en formato SuperHumor. No importa, tras el frenazo no se podía hacer otra cosa: por 3 euros me he dado un festín con los Bacterio, Ofelia and company.

El gran Ibáñez, al que vi en la feria del libro madriles, sigue estando enorme, sus criaturas igual de frescas y el humor intacto. Así como hay comics que devora el tiempo, los agentes de la TIA siguen jóvenes e intratables.

Y es que cuarenta años no es nada, ejem, casi nada.

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