Ayer fue un debate especial. Me dió por envejecer de nostalgia viéndolo ya en clave de NODO futuro. Documento que será fundamental para entender este Estado, tan descompuesto en formas y maneras. Vivimos en el marco de una época tan vulgar como apasionante, donde asistimos a la caída en un país que se forja como colonia globalista sin remedio.

Sin ideas relevantes, ni seducción apasionada, sin diagnósticos realistas ni desafíos frente a lo que se nos viene encima, dos contrincantes que se tenían muchas ganas debatían a cara de perro. El plasma era un ring callejero para distraer a una audiencia en julio efervescente.

Cada vez más, la estética es de fin de fiesta. Como las verbenas repetitivas, el paisaje se hace mustio para desvelar la mentira que fue, la que ha sido siempre pero ninguno quería verla. Lo de ayer fue la actualización normal de lo que pomposamente se llama «democracia española» y que no es más un lobby de partidos financiados desde fuera. Panorama que ha cubierto nuestra vida entera cual sábana roída que ni cubre, ni calienta, pero que entretiene porque no sabes donde ponerla. El bipartidismo, santo y seña del sistema, ha vuelto sin estridencias. No es que se haya ido, ni que sus conatos de coalición hayan sido mejores. El Sistema de Partidos en que se ahoga la democracia, simplemente se vuelve a hacer visible en dos caricaturas que buscan exclusividad.

Un candidato bronco contra un gallego, es decir: una izquierda matona, callejera y prepotente frente a un pseudocentro con escuela de provincias al que es difícil darle porque siempre está de perfil. El bruto contra el tibio, en suma, forman dos de los arquetipos nacionales eternos en política. 

Pocas veces el espíritu de la nación se ha visto tan reflejado en la tele. Porque nuestros políticos no vienen de Marte, ni de las escuelas de élite que forma el establshment y son tan criticadas. No, esta gente son como nosotros, más exactamente lo peor de nosotros. Por eso en el fondo nos gusta escarbar la «nostalgia del fango» que cantan los poetas. 

Feijóo ganó de calle en el cuerpo a cuerpo y Sánchez quería pasar de Doctor a «dirty». El problema es que Feijóo no es Rajoy, y cuesta atizarle porque aquel se cubre mejor. Patética la pareja que, después de 40 años de democracia son incapaces de mejorar lo anterior. Debería ser facilísimo porque, si algún sector ha embrutecido a la sociedad en este medio siglo, ha sido la política. 

Ver un debate de este nivel lo dice todo.

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