Pocas veces se derrumba tanto la autoestima patria como al ver la actualidad política. Si caemos en el hastío con la sobredosis de mítines, carteles electorales y demás marketing de la utopía, entramos prácticamente en depresión viendo sus resultados en el parlamento. Empezamos por marzo con manifestaciones de uno y otro circo y llegamos prácticamente cojos a un sprint final que ahoga un mes tan precioso como Mayo. Si mezquino es el mercado electoral, pocos espectáculos tan tristes como lo que hemos visto hoy.

La zafiedad de un país y sus generaciones giran hacia un cul de sac al desahucio. Sesión formal sin ningún sentido del protocolo ni decencia, sin el mínimo autorespeto de ver sujetos campando con símbolos absolutamente contrarios a lo que el parlamento dice defender, juramentos por snoopy y promesas por la nada. Da pena, pena de ver el inevitable camino a lo que nos lleva una situación que no tiene vuelta atrás, hay tanto daño hecho que es imposible en mucho tiempo un cambio a mejor.

El Estado, así configurado, nos ha vuelto a mostrar de forma estética su ruina. No es nuevo, esto empezó hace tiempo con el batasuno “por imperativo legal”  que ya nos parece una muestra de cortesía comparados con esta mierda asumida por los españoles. Si el anterior mandato, nacido de una moción pactada, fue la legislatura Erasmus, la que viene es la de Calígula. El parlamento ya tiene diseño de orgía, los ciudadanos testan obligatoriamente al Estado, el protagonismo del César abarca toda una filosofía del ego y la humillación a la nación más antigua de Europa es un hecho. La ocupación del congreso por los peores es ya una confirmación. España es política, la vida es política, el Alma es política. La peor política, no la que obedece a principios inalterables, sino la del chalaneo del consenso, ese espíritu que sólo admite a los hombres que no tienen principios. No me atrevo a pensar en el final de este mandato, van a ser años muy largos y muy feos, preludio de un país revuelto que anhela el vómito y no tiene esperanza. Va a ser época dura y lo único que podemos hacer es aguantar.

Rivera, consolidado hoy como líder de la oposición ha conseguido el estandarte ante la mirada de reojo de un Casado asustado, atemorizado, vacío y caído. VOX tiene cuatro años para aprender, pulirse y depurar la no poca hornada oportunista que seguramente le ha llegado a filas. La bandera está en Rivera y tienen que respetarle porque su centro es intocable. Abascal tiene la hermosa y titánica labor de construir una Derecha oficial. Difícil pero con margen de competencia porque esa orilla no la quiere nadie, una derecha económica que puede compartir con Rivera pero una solitaria derecha social que debe construir si es capaz de hacer frente a toda la invasión antivida y de género. Esto es una plaga transnacional que en una generación rompe a un pueblo. Cuatro años en el siglo XXI dan para mucho. Aguantaremos, ellos a lo suyo y nosotros a lo nuestro. Queden con Dios

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