Hace tiempo que no veo televisión. Convencional, claro. Me limito a ver fútbol, películas y series, única labor puramente intelectual y sana, tan descalificada por los de siempre que con gesto engolado, se creen lo que les dice el parte oficial y ya esperan la quinta dosis. Las noticias, las busco por Internet, que para eso está, con muchos filtros para evitar caer en la frase hecha y el lugar común. 

Dicho esto, veo que desde hace 5 días, y de una forma «transversal» – ese vocablo progre -, se ha producido el milagro de unir a todos los medios orgánicos del Estado, como un ente solo, para descalificar a un tal Pablo Motos por «machista». Aparece así un ejército de tipas manifestando su incomodidad ante las entrevistas del personaje. Todas, como una sola y de repente, aparecen a hablar justo cuando, surprise, surprise, el señor Motos ha sido crítico con la superministra del «síessí». Vaya. 

Curiosamente hace semanas, otro presentador, este trepa y más listo, sr Mejide, Don Risto, salió al ruedo defendiendo a Irene de sus palabras a favor de la paedofilia, como monseñor Argüello, por otro lado. Un Risto al que fulminantemente dejaron de darle caña en el podcast de Pablo Iglesias. Aprendió bien el periodista independiente a lamer al enemigo como perrín agradecido y al obispo a hacer lo de siempre. 

Con Mejide se paró, a la jerarquía eclesial no se la toca, pero con Motos se empezó. No es nuevo ni extraño. La izquierda está organizada como la peor Iglesia Católica que hemos padecido en la historia patria. Los sanbenitos, inquisiciones,señalamientos, cacerías de brujas, calumnias, en fin cualquier tipo de puritanismo han sido la desgracia que nos ha hecho la iglesia católica cuando, por supuesto no he sido católica y Dios no es más que coartada: no es más que la gestión del intimidamiento del débil desde su moralidad enferma. Eso es, exactamente, el pensamiento y actitud de la izquierda. No hay diferencia entre los años más oscuros del nacional catolicismo con su moral infernal y rancia, con esta mierda de ahora. Tal para cual. Los resultados del primero los estamos viendo con la desaparición sacramental, lo de los segundos, no terminará la primera mitad de este siglo. 

Y no aprendemos. Porque no hay ni ideas ni huevos, es decir, no se escandalicen los puritas: ni criterio, ni coraje. 

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