Queridos Reyes Magos, seré breve. Desde hace tiempo estamos tan liados que el tiempo se nos queda corto. La conclusión de la epístola ya la sabéis, de todas formas, pues yo soy más de regalar de que se me regale. Además, pedir no se me da bien, de hecho ya no pido… ni rezando. En la famosa «oración de petición», no sé qué decir. Prefiero la contemplación y vea, si Dios quiere, que se me muestre lo que me conviene.

Pero lo importante, Majestades, aparte de estas filosofías es que seguimos aquí, juntos, fieles y constantes. La situación dicen que es difícil, tan difícil o menos, de lo que ha sido siempre, claro, lo que pasa es que el personal se entera ahora. Nosotros estamos bien, tranquilos. Como buenos providencialistas, a lo nuestro con los nuestros y siempre con la misma actitud. De pedir algo, os traslado la plegaria que hago todas las noches y se la otorgueis al Rey máximo:

«Señor, acoge mi vida entera y destrozala a tu antojo, porque así será mi sentido. Hazme intuir qué es lo que quieres, discernir cómo lo quieres y dame huevos para ejecutarlo con alegría. Compartimos un corazón roto que sólo el amor puede arreglar. 

Por tanto, Fiat Voluntas Tua y adelante.Amén.»

En fin, Señores, gracias por recuperar la mirada de niño con su presencia. No se preocupen por los detalles con los míos, que yo me ocupo. El champán está donde siempre y el turrón en el salón.

Gracias,

JM

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