Juan Carlos contra Miguel Angel. Revilla contra los Borbones, el Rey emérito contra sí mismo, Y así, en bucle, girando como organillo rancio al ritmo de un tschotis nacional cada vez más desafinado.
Nadie sabe quién asesora al rey emérito en su retiro de incienso petrolero, pero si esto es estrategia, que vuelva el juego del Risk. Presentar una demanda contra Revilla es como resucitar a un jubilado de paseo perpetuo por Santander para meterlo en una tragicomedia que no pidió nadie.
Lo cierto es que ambos han alcanzado la cúspide de la chochez con bula oficial, y nosotros, los súbditos con tragaderas, tenemos que mirar el esperpento sin anestesia. Uno no sabe si indignarse o pedir cita al neurólogo preventivo: “¿esto me espera?”.
El Borbón es difícil de digerir, pero es que Revilla lo supera. Icono de La Sexta, compañero de tertulia de Bono y Reverte, recibe tratamiento de estrella cada vez que aparece. Gracias a esta demanda, dejará de ser el buscavidas folclórico de camisa azul pálida y pasará a la historia como el primer tertuliano demandado por un rey. Un logro, sin duda. Biografía asegurada. Ahora solo le queda retirarse a Purgar y dejar de joder.
El Rey, por su parte, haría bien en volver, morirse —con estilo— y dejar que la Historia lo juzgue. Porque esto es España, y aquí, si tienes apellido doble, hemofilia heredada y una bandera en el ataúd, te perdonan hasta las cacerías y las fornicios.
Revilla caerá en el olvido como el vendehumos profesional que es. Juan Carlos, en cambio, quedará como lo que fue: un rey a la altura de su pueblo. Lo cual, seamos sinceros, tampoco es para tirar cohetes. Majestad, vuelva. Y descanse. En paz, si puede.