La Clave es el programa de televisión que más ha influido en mi primera adolescencia. No sólo por el debate en sí, sino por el cine seleccionado. Eran tiempos, allá en el siglo XX, en que la tele dirigía el salón de casa y lo presidía un día con unos programas larguísimos que veíamos en familia. Los favoritos eran la mencionada Clave y, por supuesto, la genialidad del «un dos tres» de Chicho. 

Ninguno de dichos programas se podrían hacer hoy por diferentes razones. Si bien el invento de Chicho no se echa ya de menos, produciendo siquiera una sonrisa nostálgica, «la Clave» no sólo se reclama hoy sino que uno lo ve como historia fundamental de la España cercana. Tal es así que yo sigo frecuentando sus platós en diferentes épocas, hoy por medio de canales de YouTube así como anteayer, por videos VHS. 

José Luis Balbín en la dirección y Carlos Pumares en la asesoría de elección de pelis, fueron sujetos referentes a los que seguimos en su momento en sus carreras hasta el milagro de esas cadenas de radio que fueron, como siempre, extinguidas por el Poder.

En el programa de Balbín ya esbozaron, sin saberlo, lo que sería ese Poder, explicando en vivo la simiente y lo que pasaba en esa época tan fascinante y patética. Su inicio, descripción y disolución. Porque La Clave fue creada en la efervescencia Adolfista y dinamitada por el el régimen Felipista, dos desgracias que han dejado esa perla mediática, auténtico milagro, para reaparecer ya muy maleado en diferentes etapas cuando ya, ni la sociedad ni el entorno, eran lo que eran, porque ambos habían pasado al hastío del desengaño. 

Ver la Clave hoy es más actual que verla en su día. Si acaso porque en aquel entonces, la primera etapa, no teníamos ni sospechábamos, las piezas para ver algo del drama que venía. Lo suponíamos interesante, en nuestra inocencia cándida. Si la llamada «democracia» no va a ser otra cosa que la trans-mutación del Estado amputando todo su orden natural, la Clave es sin duda su introducción gráfica a dicha operación. 

Y además en todos sus aspectos. 

Escuchar programas donde Bernard Henry Levy, intelectual chulillo y francés, cantar las cuarenta a Carrillo por explicar lo que es el PC, o a Blas Piñar defendiendo en soledad el 18J, o a Alfonso Guerra alabando al programa para meses después cargarselo, o a Pujol haciendo imperio personal con bajo instinto patriota o a Lola Flores haciendo raza y acento, ver qué es el Opus o reunir a los satanistas (en diferente programas, aclaro), o a Gustavo Bueno arrojar su filosofía… es un recuerdo que se hace Memorial para saber quien somos.

Se cuestiona sobre si el pasado es mejor o peor, y depende, obviamente de donde te pille el paso dialéctico, pero en este caso, sin duda el pasado de la comunicación en libertad fue mejor. 

Éramos cándidos, unos más que otros, pero en esos documentos ya se podía ver la tragedia.El formato de la Clave no se ha podido realizar. Por definición ya no se puede. Los debates han degenerado en tertulias coreografiadas o, lo que es peor, a sujetos defendiendo sin pudor la misma idea con moraleja variante. A la primera depravación se la llama manipulación, a la segunda adoctrinamiento. 

Lo sentimos muchísimo por Balbin porque él intentó mostrar algo de lo que es España, una tierra que ni siquiera sabe lo que es pero, cuando se pone, espabila algo.

Balbín DEP 

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