La noticia más importante de los últimos 40 años en España se ha producido ayer. Y por supuesto… ha pasado desapercibida. Apenas nació en portada menor, se plantó en varias páginas impares para morir tras el twist de una publicidad habitual de la coreografía mediática. El titular decía algo así: «los crímenes de ETA son de lesa humanidad, según dictamen de la Comisión de la UE».

Sin más. 

Un titular que debería haber anunciado, dicho, buscado y exigido por el repugnante Estado español, ha sido reconocido por otro organismo, igualmente deleznable pero con un poquito más de vergüenza, llamado UE. 

Dicho delito implica muchas cosas, muchísimas. Entre otras: la no prescripción del delito, imposibilidad de amnistía, reducción de penas exclusivamente por la ayuda del sujeto arrepentido en la investigación de crímenes… por decir algo. 

Pero nada de eso, naturalmente, sucederá en este Estado de mierda. Mayormente porque la cara política de los asesinos están en el gobierno central y la política penitenciaria se ha delegado con pulcro autonómico a la oligarquía local cómplice. 

El tema es sangrante. En este genocidio histórico de españoles durante más de medio siglo, con mas de 300 asesinatos sin solucionar, ni siquiera investigar, marca toda una etapa.

Pero decir a este punto que el problema sea meramente político sería totalmente injusto. 

La dejadez con ETA es y ha sido también social. Producto de una población que está muerta en vida y ni siquiera lo sabe. Que durante los años de esta masacre se haya aguantado tanto y no haya habido una acción de justicia espontánea que obedece al instinto normal y no se hayan escupido con asco las medallas de turno que un ejército mercenario al dictado de políticos impedían conseguir algo, clama al cielo. Y dice mucho de la capacidad de un pueblo. Si la gente no se comportó antes, ahora ya no esperamos nada. ETA explica perfectamente una democracia española con rúbrica de lesa humanidad.

Por estas cositas, uno entiende lo que hay. Estamos en una tierra hostil, cuyos enemigos no son más que unos habitantes moralmente nulos que, a su vez, echan culpas tímidas a unos gobiernos que se ríen de ellos.

Miren, la República acabó muy mal. Pero será una delicia comparado como merece acabar esto. Porque hay cosas que no se pueden ocultar y la rabia fluye hacia donde no se puede ni podrá contener. Lo único que puede aliviar el fin del Estado es que llegue 2030 y nos sodomicen el corazón a «todes». Porque ya es igual, las decadencia no se improvisan y llevamos rotos hace mucho tiempo.

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