6 de noviembre. Hoy la Iglesia en España conmemora, en única celebración, a todos los Santos y Beatos Mártires que murieron durante la persecución religiosa entre los años 1931 y 1939. Recuerdo fundamental con vocación de ser borrado por ese artificio de la Memoria Histórica ayer, y «democrática» hoy, que desde la ideología, aspira a reescribir el pasado falsamente desde intereses sectarios. 

Sabemos que la Iglesia que fundó Jesús está dirigida desde el Espíritu Santo y cuyo camino en Tierra está sembrado por mártires y santos que constituyen la Iglesia Triunfante. Entre medias, lidiando con el mundo, se mantiene un laicado y clero que, a día de hoy, es sombra patética e inversa de los mártires mencionados.

En la celebración de hoy, vemos que en el pasado siglo, el catolicismo español vivió dos corrientes vitales en un mismo siglo: el de una milicia que da la vida por la fe -no se conoce una sola apostasía- que dió paso a un aburguesamiento en la segunda mitad de siglo. De los casos heroicos de sufrir el martirio y por tanto, llegar a la santidad, vemos apenas años después la descomposición de unos fieles que ignoran el pecado (ya ni hablar del mortal) junto a un clero cuya amnesia -y ya podemos decir «infiltración» como nos contaba Ricardo de la Cierva- les lleva al extremo de amparar organizaciones terroristas, como la ETA (jesuitas vascos) o alentar el nacionalismo catalán (benedictinos de Montserrat).

Ambas actitudes son a modo de ejemplo, porque hay muchas más, están actualmente presentes si uno visita cualquier pueblo de las Vascongadas o Cataluña. Y todo eso disimulado por una Conferencia Episcopal española que, sin realizar acción alguna, la convierte en cómplice. 

La rúbrica de todo esto es la del reciente y vergonzosos permisos de profanaciones de templos católicos. En todo caso, si en España está mal, peor está en ese engendro político llamado Estado Vaticano con el que compartimos rasgos comunes: los grandes «profesionales del catolicismo» carecen de fe alguna y así se le transmite a un pueblo esclavizado del mundo.

Ya nos dijo el Maestro que era mejor no separar el trigo de la cizaña hasta el final de los tiempos, pero eso no significa que no utilicemos la inteligencia para distinguir lobos de ovejas.

Así que, un día como hoy, desde la inspiración de nuestros mártires, pedimos por la conversión de este pueblo. Sobre todo de una gran parte de nuestro clero y trasladamos nuestras plegarias a un papado que infiltrado, maligno y sin fe, a pesar de todo, nos merece el máximo objetivo de nuestras plegarias desde el Poder que se les ha dado, quieran o no, de sostener el Cuerpo de Cristo en la Sagrada Eucaristía.

Como no queremos ni siquiera imaginar cuán terrible puede ser su condenación y las almas que arrastran ante su traición -como ya nos advirtió la Señora en Garabandal- rezamos hoy especialmente por ellos.

Viva Cristo Rey y celebren el día. Sin miedo y con Fe.

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