Todo empezó con abrazos de champán. Las uvas atragantadas no me impidieron seguir grabando la película. Todo el Núcleo y Maripi, como siempre, se renuevan ante mi cámara esbozando lágrimas entre chinchines, llamadas de teléfono y cohetes artificiales. Seguimos con los percebes el día de Reyes, la fiesta grande con que se culmina nuestra Navidad. 

El Madrid del 7 estaba desconsolado, o a mi me pareció cuando, al llegar por la noche, nadie había en Velázquez y las luces azules iluminaban restos de juguetes que rebosaban contenedores. Ese día, amaneció en España celebrando su enésima destrucción con un abrazo de Coalición; tras un año de elecciones varias se consumaba la consolidación de su destino. No me paré a pensarlo, ya que tenía cita con el «Hombre Tranquilo» en un viaje revelador, redentor, mulato e incógnito de vuelta a casa.

Regrese en febrero, mes corto donde siempre se acumula un desorden de la vida, y allí… empezaron los problemas. 

La primera visita al hospital, en un primer asalto solventado con nota. Lo celebré poniéndome gafas graduadas y celebrando una vuelta a mesones Castellanos. Comida profética de domingo que nos llevó a marzo… donde aquí, se torció la historia. Desde la palanca de una cadera.

Esa cadera marca más que todos los acontecimientos que se cuenten en nuestro cuento. Más allá, incluso, dónde esa inauguración oficial del virus que se hizo protagonista del Estado el 8-M. Fecha bautizada por el «Chocho de Marzo», cuando se propaga una pandemia que tiene su mayor fuerza en la propaganda. El Estado tenía así su confirmación enferma de Coalición, está sí, mayúscula y con una agenda 2030.

Pero las familias de orden, tenemos agenda y achaques propios, mientras el Estado… la suya. Así antes de confinarnos por decreto, viajé en el límite de la prohibición en 48 horas por 3 ciudades, para mí fundamentales, para rodar en sus calles la soledad miedosa que esperaba su sunami ideológico. Sólo podía describir esa farsa decadente con poesía y vídeo, investigando así formatos nuevos. Entonces, por contraste y sorpresa, ¡me llegó la noticia de venta de mi primera novela! La cual, yo aventuré, no se podría presentar en el año. Acerté y, naturalmente, me puse a escribir la segunda. Y nos confinamos, claro, entre aplausos incomprensibles, caceroladas necesarias y todo entre una banda sonora de resistencia y emoción fácil. Todo raro, raro. Pero fue al terminar el mes cuando, se produjo una nueva vuelta de cuerda. Tensiones aceleradas, alucinaciones forzadas, noches en vela, días extraños y noches imposibles, que no acierto a explicar a menos que el Realismo mágico o Surrealismo puro, me inspire. Porque, no nos engañemos, abril fue un infierno; mayormente porque no me dejó celebrar como quisiera las bodas de oro de mis padres. Cambié el cucurucho procesional por la mascarilla Mesetaria, tan charra, con besos de incienso que me hacían salír en procesión solitaria de semana de Pasión, lleno de interioridad atronadora de recuerdos. Corregí en esas noches mi obra «Pasión» y me dediqué a hacer montajes de fotos trayendo una comunión de abuelos escaneados que, a modo de collage, hicieron fuego vital y oración conjunta. 

Pero todo pasa cuando se aguanta en Gracia, dejando a mayo como un purgatorio menor hasta llegar a junio.  Porque, bueno, junio es mi cumple. En junio se «exorciza» mi vida, de forma eternoretornista y así me deja vivir mi tiempo feliz. Fue cuando llegó el calor y bajaron las fiebres y yo, acumulado de insomnios, me dediqué a soñar despierto dando a luz a «Holly» en Bristol. Mi segundo nacimiento literario en un año. El ferragosto hizo cumplir a mi madre un año redondo, que celebramos en Palacio y severos. Desde septiembre fue todo un correcalles de clausuras y aperturas, de trenes y vermús donde, con un par, nos fuimos a la playa de Gijón y a comer percebes en Tazones. Buscando nuestro Oasis en Asturias. Llegó el otoño, gestionado y sin novedad, con la satisfacción de dejar a todo el Núcleo vivo y coleando. La Navidad, como siempre, dando gracias. Labor cumplida.

En fin, ya basta, desde aquí queremos felicitar el año, mi Núcleo y yo, a todas las personas que, aparte de la Buena Voluntad – valores que damos por supuestos- se atreven a vivir. Porque Nosotros Vivimos, y así lo confesamos; con no pocos dolores pero con más Fe. Sin miedo y al costado de Dios, y con el amparo infalible de María. Abandonados a la Providencia celestial pero muy lúcidos ante la farsa mundana. Pero, sobre todo, juntos. Recuerden que la vida es un don, aprovechenla.

Feliz Año, 2020 ha sido extraordinario.

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