Se nos ha ido Connery, Sean Connery, en un final de octubre que prologa un pandémico día de Todos los Santos. 

Actor escocés que se hizo icono del cine a partir del servicio a Su Graciosa Majestad infiltrándose como nacionalista de su tierra. Mi afición por el séptimo arte no es muy entusiasta del «género 007», me encanta el espionaje, desde luego… pero no así. El espectáculo acrobático e imposible de tramas rebuscadas y mujeres imposibles, me abren paso a un espionaje duro, de tíos de gabardina gris en universo en blanco y negro. En todo caso, descubriendo su simpatía, presencia y marcando el listón de mito del «primer y mejor Bond», nuestro actor se hizo hombre en «The man who would be King». Entre Huston, Kipling y Cane, forjaron un matiz diferente del personaje que le descubrió una complejidad necesaria más allá del espía de turno, seductor y con guiño a audiencia.

Pero mi descubrimiento de Connery, Sean Connery, fue en el «Nombre de la Rosa», esa gran película nacida de una burda manipulación de la edad media que a nivel ideológico hizo Umberto Eco. El fraile Guillermo de Baskerville, de Ochkam, o de lo que sea, era una ficción culta, pero similar en su mentira a las historias de Ian Fleming. Con la diferencia que, este sí, era un personaje muy completo, dejándonos un inolvidable «Guillermo» investigando por las nieves entre una mezcla de Aristóteles y Sherlock Holmes. El nombre es más que el actor, como nominalmente la rosa es más que una palabra: la capacidad del espíritu de un hombre de rellenar de humanidad un rol, sea una farsa amable de espías o de frailes haciendo de la ficción algo creíble y muy serio. 

Después, of course, vino aquella del submarino, donde un Sean claustrofóbico y con pelo, nos hacía un papel de asfixia total que complementaba totalmente a un Indiana Jones de velocidad y humor con esos papeles de acción madura que gustan a todas las generaciones. 

Connery, Sean Connery, of course, era un tipo que caía bien a todo el mundo, seductor de un público femenino y gesto de guiño cómplice con ceja altiva y camarada a una cámara que siempre se deja seducir. 

Lo siento mucho, 

Connery, Sean Connery DEP 

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies