La marcha de los palmeros llega al parlamento nacional. La gira socialista y pandemista que comenzó virtualmente en pasillos de Moncloa, se viste de largo en esta mañana de julio en un acto televisado en directo. Ya no es que no se respeten distancias de seguridad, nuevas normalidades, obligatoriedad de mascarillas que degeneran en mascaradas…no. El doctor Sánchez, César visionario lo ha vuelto a hacer, de nuevo, llegando a un Parlamento para vender una ruina maquillada desde su campaña europea.

El doctor Sánchez inaugura hoy así una «segunda ola» abarrotando bancadas y cuya gravedad está afirmada en su silencio por ministros y epidemiólogos. Silencio y negación formal que implican una verdad real si nos atenemos simplemente al comportamiento de la gestión de la Pandemia hasta ahora. El gobierno empieza siempre negando una realidad cuyas consecuencias explotan en un pueblo tan frágil como cándido y Sánchez llega en volandas de triunfo a su pueblo desde el desprecio y fracaso sufrido desde Europa. 

Una Europa mitificada cuya mención provoca,  de forma incomprensible a estas alturas, una ilusión de garantía que impide ver el sarcófago que esconde ese ente desde hace tiempo. Todo el discurso del presidente está, como siempre ha estado, cosido y desplegado desde una base puramente ideológica y de prejuicio. Desde el narcisismo del triunfo personal envuelto en una bandera azul y estrellada, se apela a la manipulación de una historia tipo Marshall, se denuncia la subida de esa etiqueta llamada «extrema derecha», se critica el 2008 con esos «hombres de negro», se charla de «horas de trabajo de madrugada» para forjar una negociación, y se remata sin ningún tipo de rubor con el mito del «Acuerdo». 

Sabemos que el Relato ha vencido a la Historia en estos tiempos de posverdad, que la propaganda tiene más estatus que la crítica, que la audiencia, en fin, tiene más base que la persona. Esta mañana se ha plasmado la venta al por menor de un país ya vendido al por mayor. La incapacidad de hacer una política nacional con criterios de creación responsable deja paso a un ahogamiento que deja la soberanía inexistente en manos depredadoras cuyo «Acuerdo» es la incapacidad de un ejercicio de economía nacional. 

Lo que queda de España es un juego político, en el peor sentido de esa palabra. Se trata de gestionar políticamente un poder perpetuo basado en un pueblo pobre, subvencionado e incapaz de mover su destino a una libertad que, ni aspira, ni conoce. La lucha de España se hunde en Europa, como las patrias fallecen en el globalismo. Aplauden todos aquellos que saben que no va con ellos, claro, al fin y al cabo los palmeros no dejan sus hijos a custodia del Estado, ni sus cuentas a la Agencia, of course. Eso es otro mito para el populacho al que se anima a aplaudir con las orejas en las playas cuarteadas, por lo menos, hasta que llegue el invierno. 

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