La iglesia se va llenando. Comparada la asistencia con las últimas semanas de fase, desde luego es la mejor entrada este último domingo. Se empezó muy tímidamente, justo al contrario de la inauguración de las terrazas. Aquel día se llenaron los bares mientras asistíamos a misa 9-personas-9. Contadas. Incluido nuestro monaguillo que indicaba con diligencia las posiciones de asiento en un templo vacío. Se nos indicó con precisión a los 9 magníficos con una liturgia y orden que ya quisiera la ceremonia. Obedecimos temerosamente y con diligencia. Nuestro monaguillo es un hombre cano, diligente, formalista que nos iba colocando como a un «resto de Israel», en una barca semihundida de Pedro que no sostiene ya más que el Espíritu Santo. El espacio del templo era insultante comparado con la ridícula asistencia, pero se agradecía su intención por aplicada y entrañable. Ayer éramos más y la gente se colocó a su forma, es decir mal, sin sus indicaciones. No importa, pues no se puede mantener un orden, en sí inútil y embozado por mascarillas mundanas. 

Lo importante es que la misa está normalizada a su nivel casi tanto como las tabernas y su mera visión produce una quietud especial a todo el barrio. La tercera columna del alma urbana es el mercado, único bastión que funcionó durante toda la plaga. Muy vacío y con paredes mustias de metal, pero vivo. 

De hecho ha sido el único centro vital alrededor de estos nichos de aplausos zombies en se había convertido el barrio. Echaremos de menos el ambiente de estos meses, si no por placer, sí para entender cómo se puede controlar a un pueblo ya de sí controlado. De entre todas las imágenes la que más me choca es la  de la iglesia vacía, la falta de imaginación, corage o dejadez que ha hecho que un edificio con puertas a otro Realidad se haya autoconfinado siguiendo los patrones del mundo. Se podría haber puesto el Santísimo en un cristal, un escaparate con una imagen de consuelo. Una presencia de Dios formalizada, algo. Pero no fue nada. En todo caso no se echó de menos, eso es lo grave. 

¿Así en la tierra como en el cielo? Ya no. Esta supuesta plaga en su delirio, ha confirmado algo que ya sabíamos aunque alguno nos negamos a reconocer: aquí manda la Tierra y ejerce su poder con un miedo artificial y gestionado del que será difícil salir. Hoy se acaba una etapa, que me atrevo a calificar de «prólogo». Lo bueno está por venir. La única Gracia es que todo este circo me ha pillado ensimismado entre mi Núcleo. El sufrimiento natural se gestiona, o no, pero tiene sentido. El artificial, por mucho que te absorba, no es más que un anzuelo hacia la Nada.

Empezamos capítulo.

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