Teníamos pensado otra celebración. Muy distinta, aunque nada espectacular: juntos en casa entre los nuestros comiendo huevos rellenos, percebes y lechazo. Hubiéramos ido también a misa, claro. Lo hubiéramos celebrado en casa, en un día especial que siempre nos pilla en Gijón. Lugar que viene a ser nuestra luna de miel trinitaria, nuestro lugar de entrada al infinito.

Pero esta vez no pudo ser. Un aniversario tan redondo, tan dorado, tan simbólico… Una pena de fecha en culminación de un abril cuyas aguas de medio siglo dejan tan florido a mayo. El Aniversario de Boda es el último monumento a una intimidad sacralizada, eterna y compartida entre el Logos y el Corazón. La mejor depuración de lo Absoluto y la Pasión matizados por una liturgia sin tiempo. Aquellos que han llegado al medio siglo me producen admiración, sobre todo en una época en que dicho compromiso es impensable. Conforta ser una biografía engendrada,no por un mero deseo con fecha de caducidad, sino como parte de un proyecto que, como las cosas importantes de la existencia, desafía al tiempo. 

Yo siempre digo que la firma de mi mejor identidad está en el hecho de ser «hijo de Melchor y Loli». El nombre propio elegido por ellos es etiqueta del árbol genealógico, y los nombres con que uno va firmando el autógrafo de la vida son apenas sucedáneos de identidad del personaje que vamos construyendo. Se cree la ficción de que la madurez es irte «creando un nombre», cuando en realidad no es más que la lucha titánica por llegar a merecer aquel que te han puesto los tuyos. El Nombre, como la Victoria, no se crea sino que se descubre como un Reino de Dios que «ya está en vosotros» aunque lo busquemos fuera para entretenernos, mayormente, mientras disimulamos el fracaso. Si el mayor éxito en la vida no es más que convertirse en lo que eres, en esbozar el «yo soy el que soy», esta fecha del aniversario de mis fuentes me da fuerza e información de lo que soy. 

Uno no puede llegar más alto que aspirar a lograr la intensidad del sueño con que sus padres lo concibieron que, por otro lado, no es más que el germen ilusionado del eterno pensamiento de Dios que puso en nosotros. Gran responsabilidad que descubre la Vida cómo lo que realmente es: la inmortalidad de la verdad del origen frente a ese proceso con prisas que forma el futuro imperfecto. 

Agradezco a mis padres que hayan sostenido este complejo y maravilloso edificio en estas arenas movedizas que conforman la vida. Y seguro que no ha sido fácil, porque como dice el título de la película: «la vida mancha». Lo habéis logrado y juntos hemos formado una Trinidad, nuestro Refugio y Núcleo que derrota al tiempo y que nos ha hecho un carácter que descubre que somos más de lo que somos.

En todo caso, lo celebraremos. Y como siempre, con creces. Muchas gracias.

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