Se acaba Marzo del 2020. Mes con mayúscula criminal que comenzó con una sonrisa de domingo y acaba buscándonos la fiebre entre semana. 

Aquel fue un domingo de misa, paz y tiempo nublo. Fuimos directos desde la liturgia a la bodega «lo rico de Castilla», en viaje simbólico y eternoretornista. Hacía que no frecuentaba ese templo desde mi primera comunión. Me alegré de encontrarlo igual.

Entre estos dos días se encuentran mundos tan dispares que se irán separando hasta crear mundos distintos. Marzo ha sido bipolar y el trimestre que lo entierra este fluye en mi memoria desde Madrid a Erin, pasando por la Meseta, Milán y algún otro lugar «off the record». Un trimestre que en sí ha sido completo, demasiado completo, hasta que se curva hacia arriba desde el lunes día 2. 

En una mañana extraña donde se empieza a romper todo un pilar del Núcleo por una cadera de Aquiles. De un Paseo por Zorrilla a carreras en hospitales en cruce de caminos que obligan a cambio urgente de timón. La vida se pone brava y la biografía se hace así flexible entre operaciones, noches de hospital, días de cuidado y tardes de recados. 

Desde este ámbito íntimo, la globalidad del cosmos empieza su pandemia: el tsunami globalista empieza a tomar forma de cifras de algo que yo había oído sin prestar atención desde los informativos sky news en Gaelic Street y las advertencias de Marco da Milano. «Cosas del lejano oriente», pensé inocente en esa euforia inconsciente que no podía permitir distracción alguna al presente perfecto. Pero llegó, y vaya si llegó. 

«La Providencia nos cuida más que a nosotros mismos», solemos repetir en casa. Un cuidado santo me impide ir al primer finde nefasto del «chocho» de marzo donde se produjo la gran expansión de la pandemia en Madrid. Concentración alentada, animada y consentida por todo un aparato del Estado y sus medios dando cobertura y licencia para enfermar. Tal fue así que el día 9 en punto se decreta oficialmente la enfermedad. Me libré de una buena. Cuando salimos del hospital tras una semana empezó un nuevo orden doméstico, tiempo de guerra, unidad de tropas familiares y paso al frente aunque sea en sillas de ruedas. La familia no es sólo sangre y árboles de genealogía, sino amor incondicional entre aquellos que defino como «los nuestros». Todo se organiza, todo pasa y me decido hacer visitas relámpago con pausa de despedida, ver que todo está bien y disimular tristezas hasta que se acabe algo extraño que no se sabe ni cómo ha empezado.

Mi paseo por mi Madrid crepuscular y la vuelta a una meseta asustada es algo que no olvidaré: las sensaciones del estómago no mienten y son más realistas que las del corazón.

Se acaba Marzo del 2020, seguimos sin fiebre pero con la misma ilusión de siempre. Un abrazo a todos y a por abril, mes a mes, partido a partido.

Buenas noches 

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