«Me importa un comino la gobernabilidad de España» Montserrat Bassa ERC

El presente siglo en España viene forjado por décadas ominosas. La sutil diferencia entre ellas es que cada vez se ajustan más a la cronología natural. Así la década que da comienzo al 2020 empezó puntualmente con urgencia de prisas, antes incluso de la noche de Reyes. En un país con tanta asunción de fiestas y puentes, se nos hace extraordinario ver a la clase política con pasión inusitada pegarse un madrugón para, en su lucha de juego de tronos, acelerar la inauguración de década en tiempo real.

No siempre fue así. Las décadas anteriores de este siglo, para reducir el análisis, empezaron más perezosas en su tiempo. Así mientras el mundo despertaba al siglo un septiembre de 2001, en España comenzó tres años más tarde con un lote de 200 muertos que se convirtió en cambio de gobierno con la espoleta de un punto de vista nuevo al conceptualizar como «conflicto» una violencia de lesa humanidad que había sido tutela de la llamada «etapa constitucional». Así con doscientos muertos de palanca al poder, se utilizaron dos mil para cambiar la filosofía del Estado. Esa primera década fue la fundante de la consolidación de una forma de gobernar. Década criminal que fue asombrosamente avalada, respetada y cultivada desde lo que para el pueblo conservador supuso el trauma, desencanto y enésima traición del 2011. Segunda década donde se descubrió lo que era realmente la oposición: el mal lavado contable del socialismo sin proyecto político alguno. La última mayoría absoluta querida, deseada y necesitada por un pueblo que ya no podía respirar fue dinamitada para provocar una moción histórica. Es la década del sudor frío de la traición, del conocer la trampa del mercado de unos lobos que, disfrazados de «derecha» hacían de principios negocio, humillación y corrupción. 

Pero si estas etapas son por sí patéticas y no desvelan más que el striptease de un estado cubierto de lepra y vestido de encaje, como una puta vieja que va descubriendo sus trampas, es ahora en 2020 cuando vemos la gran pantomima por fin desvelada. Porque señores y señoras, no se hagan a engaño y no pretendan disimular el problema español. No crean que los ZP, Sánchez, Rufián, Iglesias, Rajoys…se improvisan de la noche a la mañana. No crean que los golpes de Estado surgen por sorpresa en un Estado atrapado en un sistema político absolutamente coherente para llevar a la Patria que lo contiene, a su destrucción. Y ahora que todos estamos un poco calentitos, conviene tranqulizarse para intentar ver la principal causa de un cáncer que nos está carcomiendo durante muchas décadas ominosas.

Y una de las claves, en mi opinión la más importante porque de ella se entienden y se extienden todas las metástasis es lo que se ha dicho estos días, así como si nada, en los discursos que nadie escucha, la letra pequeña que está más allá que el titular. Así la «desjudializacion de la política», esbozada por políticos, como el señor Esteban (el más listo de la cámara con diferencia) y que no suman ni el 1% de los que votan en España, supone simple y llanamente el fin del Estado de Derecho. Cuando, por encima de la ley y los principios se coloca, no la política sino los políticos, paridos estos desde una ley electoral injusta y asumida por todos ellos vamos al pcaso. Y eso se ha producido desde unas ideas globalistas que marcan agenda hasta un localismo sectario que hace que la traición, sedición y asesinato queden en nada. Que un grupo felón de jerarcas van a definir desde lo que es o no es conflicto sino quien o no merece ser calificado de fascista supone entrar conscientemente en esta década por el túnel negro ya construido en medio siglo pero que se inaugura hoy sin vuelta atrás.

Se llama dictadura y la forma dialéctica la ponen ustedes. Por cierto, aviso para navegantes: este gobierno no es sólo legítimo sino escrupulosamente legal y constitucional. Ahí está el problema.

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