“The industry is shit, it’s the medium that’s great.” Bacall

Lo dijo Lauren en la BBC hace mucho, una verdad sabida y asumida: el cine es un oficio maravilloso cuya magia arrastra a una industria que, entre otras muchas penas y glorias, la estigma el pecado original de la propaganda. La industria cinematográfica, súper eficiente en América y patética-clientelar aquí, es componente vital de los medios de comunicación de masas, coronando desde su nacimiento a los Mass Media con un arma formidable de creación de opinión que ha superado con creces al entretenimiento y al arte por el arte.

Porque hay dos clases de propaganda: la obvia, la fetén, la que diseñaron genios con vocación como Einsestein, Leni Riefenstahl o Capra como encargo puntual… y la otra, la sutil que en forma amable va dogmatizando a la audiencia sellando ideas en el celuloide. Ahí nos encontramos con los lobbys de Hollywood acá y las “famiglias” de aquí – porque aquí es una industria molto famigliare- celebrando su fiesta anual dándose premios ideológicos con las tradicionales píldoras de mensajería.

Este año le ha tocado a la hipocresía campeona que sublima sentimentalmente a los mismos sujetos que condena a muerte el propio sistema que alaban; y por otro lado al partido malo-malísimo con ideas contrarias a lo establecido cuyas tres letras son «negadas la existencia» por el sumo sacerdote don Pedro Almodóvar, haciéndose portavoz en fondo y forma de la clase política de esmoquin. Esa Clase política de 4 letras dirigentes que, acompañada de su sucursal de 2Ps y demás trileros en plurales que, por supuesto no abrieron la boca para protestar por una exclusión que les beneficia a todos. Así que dos hechos muy interesantes se lucieron para entender esta fiesta de la mentira anual financiada por un pueblo atontado. Se premia la emotividad de un hombre diferente silenciando la sentencia que legaliza muerte de semejantes por aborto y, por otro lado, se usa el apartheid de ideas no aceptadas por la famosa tolerancia cero. Y todo bajo la complicidad de tantas pajaritas sonrientes que aplauden en platea. Pedro, quizá el más honrado en su criterio, una vez más ha hecho de sí mismo: de dios artista de la democracia española, ese ámbito sin mayúsculas que describe un charco que ahoga a una España en la que ya no caben ni Dios ni Arte ni Democracia.

Pero va a resultar que existe. Vaya. Que nos están animando a existir frente a vuestra arrogancia hipócrita. Que terminaremos existiendo con tres, cuatro, cinco mil siglas, o ninguna si nos da la real gana. Porque de hecho ya existimos, como existen los niños abortados que no han tenido la suerte de venir por la ley del deseo, como mucha más gente que, teniendo ideas para una España diferente no traga con vuestra mentira y vuestra platea de chaqué, esmoquin, pajarita y demás parafernalia. Existimos, sí, y nos veréis. Con siglas o no, pero con dignidad.

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