Hoy iniciamos el Adviento, ese llamamiento católico a la esperanza de la Venida que diseña un futuro perfecto desde un presente herido. De nuevo Diciembre llegó así, esperado y esperanzado con un día primero que recibimos en Madrid, Jardines del Descubrimiento, al cobijo de Blas de Lezo y Cristóbal Colón. Estábamos algo así como un “resto de Israel”, que en versión patria es “lo que queda de España”, es decir: los mutilados por un sistema que celebrará aniversario esta semana y cuya Carta Magna será despreciada por aquellos a quien más ha beneficiado y defendida por aquellos a los que más ha destrozado. Tristes paradojas de una tierra, en sí llena de genéticas contradicciones y con poco esfuerzo para superarlas.

Íbamos con esperanza, como tantas veces, pero ya sin temor a ver un socavón que viene irremediablemente y en el que nuestra generación no verá más que un fondo que puede ser muy largo. Nos unimos por diferentes razones cuya base o mínimo común denominador es el desencanto y la lucha, la rabia y la idea, pero la fe siempre. Bajo la excusa de la crítica al Doctor Sánchez, nos juntamos para defender algo más que el maneado tema electoral, como cositas como la defensa del patrimonio nacional -neuronas de la patria-, ley natural, respeto a la memoria mutilada de 40 años, veneración a la que recorre siglos, apoyo a los hijos frente al Estado con su pedofilia física o intelectual, todos la defensa de la vida…

Allí estuvimos, sí. Rodeados de víctimas y supervivientes, de compatriotas lúcidos que no han cedido a beberse esa droga letal llamada «voto útil» que tanto ha trastornado la psique social llevando a traidores a moncloas. Voto útil relevante y mítico precisamente hoy, donde se ejerce en el sur de los sures, en el sacro feudo ideológico del sistema que nos ocupa, bastión inamovible de una forma de ser y pensar que ha influido a toda una época. Creo que son las elecciones más importantes de la democracia, y eso es así porque el inamovible-inmovilista-inútil voto de millones de andaluces ha sido el humus, tierra y palanca donde se ha implantado ese cáncer que, con el bello nombre de democracia se ha instalado en todo el Estado. Hoy se puede hablar del País Vasco o Cataluña para explicar la deriva de España, pero la Historia no dirá eso. Me atrevo a clamar que si la comunidad con mayor número de habitantes y constante en su desgracia durante 4 décadas, hubiera cambiado la actitud, España hubiera sido otra. Difícil, claro, por ese secuestro cómplice de la bicefalia depredadora e infame -PSOE y PP, tanto monta monta tanto- que, en su partida diabólica y coreografía exacta, desde Andalucía hasta el resto del Estado, no solo han esterilizado una patria sino que han hecho escuela de progenie. Así veremos que hoy es un día interesante: el PSOE ganará triste y los Populares pueden estar ante su tercer desastre territorial tras las eutanasias genovesas de sus más gloriosos estandartes: el vasco por Rajoy y el Catalán por Aznar. Si el abstencionista Casado ve a Ciudadanos pasar por el centro aunque sea por un voto y a VOX con un escaño, bastará para seguir al nivel de sus padres putativos.

Ya sabemos que el socavón y el problema de España está a un nivel mucho más alto y profundo que las urnas, por eso nuestra esperanza no reside allí, sino en el Adviento que nos devuelve una memoria y un porvenir que en nada casa en esta sucia taberna. Me alegraré infinito por el triunfo de VOX aún con todos sus defectos. Por mi amiga Paloma, mayormente y porque, aunque sea con un escaño, la repercusión va a ser tan brutal que, por lo menos, removerá el ambiente de ese mito de la derecha hispana.

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