Es tradición en Castilla y León que el  5 de febrero las mujeres celebren su día  y su emancipación, sin llegar a mayores, en la “sociedad patriarcal y represiva. Una fiesta sin pretensiones ni reivindicaciones, rechazada por las marimacho de moda como símbolo de aceptación de normas sociales represivas y de marginación.

Pero vamos a la fiesta y dejémonos de chorradas e interpretaciones ideológicas ni de mandangas.

A comienzos de febrero, después de la fiesta de las Candelas y  san Blas llega otra celebración en los pueblos castellano leoneses, santa Águeda. El día 5 la Iglesia católica conmemora a una mártir siciliana martirizada por un sádico y poderoso pretendiente, que al no conseguir sus favores, la torturó hasta la muerte. El muy bestia demostró la muy extendida costumbre varonil de considerar que su voluntad es ley y que la mujer debe someterse a ella, costumbre y creencia compartida por casi todo el género humano, masculino  naturalmente, desde que se tiene noticia de homínidos y sus andanzas. Santa Águeda es patrona de mujeres y otros colectivos que ya han dejado de ser exclusivamente femeninos, y en su día las mujeres toman protagonismo.

A pesar de que las mujeres movemos el mundo con nuestro trabajo, que no es poco, sobre todo porque damos la vida, educamos, alimentamos, cuidamos, organizamos el entorno más cercano, etc., hemos estado relegadas a un segundo plano es todos los aspectos sociales, a un mero elemento decorativo o reproductivo, situaciones que muchas veces se han prolongado en el tiempo porque hemos sufrido marginación en el acceso a la educación y  porque, durante generaciones, se ha aceptado un rol dependiente fruto de miles de años de sometimiento, sobre todo alimentado por el instinto natural que nos empuja a proteger, cuidar y ayudar. El instinto nos presiona y los demás se aprovechan, así ha sido siempre y, mucho me temo, que seguirá por mucho que las que tienen los ovarios bien puestos se empeñen en lo contrario. Siempre habrá sectores de población femenina marginada,  o contenta con su condición de sierva.

Pero yo no quería hacer aquí una apología de la ideología de género. No soy feminista, soy una mujer consciente de su valía y su papel en la sociedad que exige la consideración de ser tratada a nivel de igualdad en todos los ámbitos, aunque en el aspecto familiar pueda ceder y asumir tareas  consideradas “femeninas” en aras de una feliz convivencia con los que amo, y no por ello permito que se me tenga por inferior ni se valore menos mi actividad en todos los ámbitos. Lo que hay que considerar es al ser humano sin mirar lo que hay debajo de la ropa sino en la sesera.

Dicho lo anterior, paso a relatar cómo hoy, en mi tierra, se celebra la valía femenina y su derecho a ser independiente y tomar sus propias decisiones de una forma tradicional y festiva.

El 5 de febrero, día de Águedas, mandan las mujeres. En los pueblos de Castilla y León las mujeres se agrupan bajo la advocación de santa Águeda y forman una especie de club exclusivo donde el hombre no pinta nada, en todo caso se puede  admitir a músicos o camareros, pero ojo con lo que digan o hagan porque se le cae el pelo, si lo tienen, claro. O pierden unos  atributos de los que presumen mucho cuando no les sirven para nada si no encuentran una fémina dispuesta a dejarse preñar.

En  el día de santa Águeda es tradición que las mujeres se engalanen  con los trajes tradicionales de la zona o se vistan con lujo y organicen fiesta. Todo comienza con acudir al Ayuntamiento donde el alcalde o alcaldesa electo haga entrega del Bastón o Vara de Mando a la Águeda Mayor. Ese día ningún hombre ejercerá autoridad en el pueblo, ni en su casa si la doña tiene redaños, aunque en estos casos suele pasar que el hombre nunca ha mandado en su casa, aunque lo parezca.

Hechas con el mando, se recorren las calles con cánticos, bailes y algazara. Se organiza una buena comida y se disfruta de un día de asueto en las labores domésticas, con pesar de alguna que se siente dominada por la obligación con preparar la comidita al marido, sí, ese inútil que no sabe qué hacer con su vida si no tiene una mujer que le sirva y resuelva todo.

Lamentablemente las nuevas generaciones ya no están para tradiciones que les parecen ñoñas o desfasadas. Se tienen por liberadas cuando están más sometidas que nunca a dictados de moda sobre su aspecto, vestuario, maquillajes y roles seductores en discotecas. También hay  sectores críticos que se manifiestan en contra de fiestas y tradiciones populares que son vistas como ultraje a la ideología de género. La cuestión es incordiar.

En quinto día de febrero, día de las Águedas, fiesta femenina residual, tradición popular que, según quien lo interprete, ya no tiene sentido. Hay más mujeres  regidoras ejerciendo el mando que Águedas exigiéndolo.

 

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