El pasado lunes llegó Septiembre, anticipándose en una semana al calendario oficial. Llegó con ese aire fresco que huele a fiestas de pueblo y a colegios. Una brisa feroz que dio rejón de muerte al calor quieto de agosto. Dicen que “en agosto frío en rostro”, pero eso es falso, cuando hace frío en la jeta es ya Septiembre, que desembarca un otoño camuflado para apagar las llamas de los fuegos del bosque e ilusiones quemadas de los veraneantes de apartamento y playa.

Agosto es básicamente eso, un finale de fuego que quiere ser eterno pero termina dejando quemaduras que se van aliviando el resto del año. Este alivio se llama curso, calendario, la nueva época siempre empieza en Septiembre, para niños y mayores.

Lo primero que la brisa feroz otoñal borra son los clásicos amores del verano al ritmo de Duo Dinámico “el final del verano llegó y tú partirás”. Los amores eternos desaparecen esta semana para dar paso a los amores que duran, los del tiempo ordinario, los de la rutina diaria que sin duda forjan eso que se llama felicidad y que es lo que queda cuando ya no hay pasión recalentada sino recuerdos y mesas camilla con brasero de época.

La eternidad de los amores de agosto se basa en que residirán en nuestra mente hasta el final de los tiempos al ser los amores iniciáticos e incompletos que pueblan las neuronas como se queda todo lo que pudo haber sido y no acabó de ser porque, entre otras cosas, nunca pueden ser. Lo fraguado, lo rutinario, lo posible no se recuerda porque se vive en el presente, se ve todos los días y forja carácter. En cambio los amores ferragostos se aparecen en sueños, poemas, ramalazos inesperados en las noches nostálgicas de invierno. Agosto es un esbozo de lo imposible, una oportunidad para recopilar sueños y nutrir un inconsciente para ir calentando y esbozar pálidas sonrisas de nostalgia cuando lleguen los glaciales cotidianos.

Yo recuerdo mis agostos muy de vez en cuando, todos y cada uno de ellos apareciendo  en el medio de las noches de luna llena para obligar a levantarse y ser plasmados en un folio que arde y me sostiene el ánima en la sala que espera entre solsticios.

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