No acababa de entrar el primer finde de Octubre y se nos aparecen fiestas inesperadas. Cuando pensábamos que el fin de las verbenas era cosa del pasado agosteño, nos sorprende el florecer de una juerga otoñal. El milagro sucede en la calle Ferraz, calle chic cuyo mérito mayor es ser paralela al maravilloso Paseo de Rosales. En su sobriedad burócrata parece celebrar su semana grande, al modo de la Calle del Pez y otras tantas del casticismo Madriles.

Es ésta una fiesta televisada, virtual, sin patrono ni vírgenes sino con mártires y héroes malditos. De hecho hay más periodistas que gente cubriendo la procesión. A un cierto punto, se cierra parte de la vía, es una calle muy larga, y a la hora del vermut se reparten paellas en rigurosa fila de hermandad que aquí se llaman simpatizantes. La hilera de bares hacen su agosto, sirviendo cañas y gambas a la plancha por sus camareros de punta en blanco. Ferraz está protegida por furgones, poli tranquila de tríos y la calle nos parece la Vía Vittorio Véneto en la dolce vita. Rostros populares del circo mediático comparten cañas y bocatas de tortilla con becarios.

Se anunciaba en los medios en estas últimas semana. Es una fiesta de excepción, triste efecto colateral de este año surrealista, ácrata, sin gobierno donde las plazas bullen cada poco entre celebraciones, pegadas de carteles…y funerales. En este caso el fiestorro es inédito: un líder ocupa se revuelve contra su propio partido y se niega a escuchar. La sede de la rosa de los cien años y un día presenta el núcleo álgido de un ridículo internacional. En sus plantas se discute el futuro de un partido y de sus okupas. Pedro Sánchez, vencedor de sus primarias, no ceja en el empeño de mantenerse en el cargo y se ve amparado por su grupo mínimo de fans que a golpe de pancarta y monosílabo amparan a su líder. “No es No” se ha convertido en el eslogan más corto de la democracia nacional. El sumun de la educación LOGSE para expresar tanto ideas como creación. La incapacidad de crear cosa alguna provoca empecinamiento, patetismo y rabia. Entre monosílabos se escucha mucho acento catalán y poco andaluz. Se ataca a Susanas y a Felipes, se alaba a Icetas.

Cada poco sale un socialista rodeado de flashes para decir que ahí arriba se rompe un partido. Salen, entran y va cayendo la noche. El finale ya lo saben: el okupa se pira lloroso y por aburrimiento y el personal, que sigue siendo poco aunque se multiplique por los medios, se desahoga en rabia. La farsa ha terminado, el topo de sí mismo ha tenido sus quince minutos de gloria y el “partido de la honradez’ prepara su funeral.

Calles más allá, Colón estira más su brazo y se deja mecer por vientos de Génova. La corriente baja feliz desde Alonso Martínez y se apaga la luz del último piso de la sede del PP. Empieza un mes interesante: el enemigo íntimo consuma su auto destrucción. El de verdad, afila armas.

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