Hay diferentes fechas que marcan el destino de un hombre. La notarial es la del cumple, claro, esa jornada de formato código-civil que te define presentando como persona en el mundanal ruido. Otra, es la del bautizo, pasaporte a la Salvación, solo apreciada por la voluntad de mentes lúcidas y por tanto metafísicas. Otra es la de la concepción, día caliente, salvaje y santo, en un génesis hermoso donde se acelera el proyecto vital. Pero la más importante, con diferencia, es esa fecha perdida por ignorada en la ceguera del presente imperfectísimo, como es el día en que tus padres se casaron. Compromiso en grito ante la familia y un testigo que miran ad orientem para ser bendecidos por el Logos.

Hoy ha sido el aniversario de boda de mis padres. Sonaban campanas de Ribeiro a ritmo de oro líquido enfrente de un mar verde. Demasiados infinitos para un brindis. Los horizontes de aguas cantábricas de sal y vino enmarcaban una trinidad de miradas. Seis ojos, tres ángulos, y un corazón en un click. Explicar un brindis místico sólo se intuye desde la descripción del ambiente y lo que se inunda en silencio. Meterse en adjetivos entre medias es lirismo. Incluso para los protagonistas del trance, decir cualquier texto en prosa poética no es suficiente y uno vive el momento compartido en éxtasis. Somos una familia atípica, lo sé. Eternizamos el momento y creemos en el eterno retorno desde un suspiro católico lineal. Nos gustan nuestras contradicciones y por ellas, desde ellas, nos crecemos empujándonos en dialéctica espiral ascendente. Así, sólo así, nos hacemos, nos construimos y nos descubrimos.

De repente Ovidio cambia de barril. Cesamos nuestro campanario para  escuchar cuerdas y barricas. Un todo de cadenas de esfuerzo para subir el barril hacia otro infinito con su tez roja de gallego sofocado y sabio. Animamos sonriendo y miramos desde la ventana a un Cantábrico que nos recuerda eternos como antaño, en exceso de edades y vidas. Al fondo, Irlanda, adentro La Meseta, nosotros en permanente equilibrio biográfico. Hablamos del misterio y de la historia por hacer, los recuerdos por entender y el presente por vivir. Afuera las olas quiebran la tierra al subir la marea y entonces nos miramos y cada uno ve la pieza necesaria para interpretar el conjunto. La ola rompe, Ovidio termina de colocar el barril, el brindis explota y las pupilas descansan su tensión.

Gracias. Os quiero.

1 thought on “VERMUT DE ANIVERSARIO

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