INTRO

Esto es la historia de un sábado en la España de Septiembre. Mes convulso de temperaturas cambiantes y antesala de otoños que vienen recalentados por resentidos. En este ambiente de episodio nacional, pasan cada día muchas cosas importantes. Las mejores no salen en la tele ni nutren el inconsciente colectivo. Pero pasan. Sólo hay que saber buscarlas entre los pliegues de la manta donde sestea España. Es un sábado éste donde los héroes, esos individuos que pulen la realidad desde la excepción, han salido a la calle. Casi invisibles, pero alzados por sus fieles. Esta es la crónica.

ACTO I – BLAS DE LEZO EN MADRID

Nace un sol de uva por Velázquez, creciendo en sendero por Goya hasta reflejarse blanquísimo hacia mi parroquia de la Concepción. El faro blanco de Madrid, con su ángeles custodios, nos recibe para recordar a Blas de Lezo. Es el aniversario del «medio hombre», héroe entero, arquetipo de marino hispano. Celebramos el recuerdo del aniversario de su entrada en la leyenda.

Parece más temprano de lo que es en la capital. Poca gente en las calles y en esta misa de 10 que preside magnífico el capellán de la Asociación cultural Blas de Lezo y Vicario de la Armada. Se sale de misa heroica, de combate, hacia un desayuno Madriles con churros de otoño para dejamos caer a terrenos del Almirante Colón, jardines del Descubrimiento entre piedras talladas y bandera solitaria. Esperaba más gente y me viene a la mente la luz de aquel Noviembre ilusionado cuando se deshizo una injusticia de siglos. Blas de Lezo, imponente, se encarnaba en metal en una instantánea a punto de avanzar. Le invocan los fieles, los que siempre acaban quedando. Sigo recordando aquella mañana mayúscula:

“La figura representa a un hombre tuerto, manco, con pierna de madera. Un hombre, en fin, que se sembró pedazos de su cuerpo en cada campo de batalla para recoger gloria. Está inmortalizado desafiante, altivo, digno y, quizá agradecido. No en vano está ahí porque el personal que tiene enfrente le ha sacado del olvido, quien lo diría, milagro de milagros, que aún queda algo de memoria en este presente absoluto y hueco. La memoria, ese órgano está tan inútil,  maltratado de ideología, violado de utopías.”

ACTO II – LA LEGIÓN EN VALLADOLID

Barrio de la Victoria, capital de Castilla. El mismo sol de LosMadriles cubre la Meseta, cambiando el brillo por menor temperatura. Se termina una boda en la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y vuelan vítores y pétalos. Tras saludar a viejos amigos me acerco a la calle Villanubla, centro de la Hermandad de Veteranos Legionarios, foco de la Vieja guardia.

Hay expectación de flashes entre curiosos en el barrio. Los antiguos legionarios salen del centro para ir formando, en la calle. Atentos en descanso…¡ ein! Suenan tambores que abren murmullos de admiración. Mas rostros curiosos salen de las tabernas de soldados mientras la policía corta las calles. Atentos, firmes, ¡ein! Los tambores se aceleran haciendo sonar el ritmo acelerado de la Legión en el eco del pavimento, el compás veloz de la aventura. Preparados, ¡ein! El barrio se pone firme en la marcha y todo adquiere un movimiento nuevo. Les seguimos entre calles que hacen asomar siluetas de cada ventana, recuerdos de dianas, hasta la entrada de la iglesia. Paramos la energía y respiramos hondo mientras unas señoras angelicales retiran los pétalos de la boda. Dos fiestas simultaneas en este sábado de Septiembre. Entre el recuerdo cercano del matrimonio y los chaqués se forma ante el templo con tambores de gala y entran estandartes de honor ante el Cristo.

 

Tras una homilía de cura sabio y gestionador, se sale a una noche donde ha caído el fresco presentando a una luna mora que tiñe de africanismo al barrio de la Victoria donde nos esperan nuevos refuerzos a la salida. Redoblan los tambores resonando mas por la acústica nocturna y las calles se movilizan de nuevo. El personal agita brazos a paso legionario hasta los jardines donde preside un crucifijo escoltado por banderas. Rodeamos el recinto para formar de nuevo, dar novedades al mando y esperar en formación de gala.

Entonces “el novio de la muerte” inunda la sinfonía nocturna y la luna mora frente al crucifijo cuadran un mundo de África Española. Se lee el bando de hace 95 años y la plaza ya es un oasis africano de recuerdos de los Astray, Franco… Coreamos el himno para reconocemos héroes del presente, de todos los presentes de ese mundo en extinción. Pausa, nueva formación y paseo lentísimo a la corona para recordar que La muerte no es el final mientras la el Cristo de la Buena Muerte nos trae a todos los Caídos que residen más allá de la luna.

FINALE

Con homenaje y agradecimiento a estos héroes como a los que luchan por recordar y dignificar su Memoria.

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