Era un final de octubre en Dublín, Noche de difuntos en mi España, Halloween en mi hogar pagano de Europa. Pandora se había puesto una capa y se reía en el viejo “Cobblestone”, agitándola como si fuese a volar entre pintas y acordes celtas. En el “light house” ponían Drácula y ya había una nutrida cola llena de vampiros con elegante indumentaria procesionando como para el entierro de la sardina de mis Madriles pero en plan mas gótico. Con esa facilidad que siempre me caracteriza de confraternizar con el lado oscuro, mucho más que con “los míos” – porque me aburren, mayormente – me había unido a la romería jocoso e infiltrado.

Nos esperaba en el interior de la moderna sala,  Cristopher Lee como anfitrión de la entrañable mansión Hammer,  casa inmortal del cine añejo con facturación denominada “serie B” que viene a significar que, donde no hay presupuesto, hay que tirar de talento. Mansión donde realmente la fábrica de sueños es capaz de manufacturar un ambiente de castillos tenebrosos en horizonte de cartón piedra, puertas chirriantes, telarañas y ríos desangre rojísima. Mr Lee, perdón, Sir Christopher Frank Carandini Lee, danzaba de un sitio para otro con su acento de gentleman mostrando una dentadura ansiosa de cuellos vírgenes de vampiresas con palidez afrodisiaca. De presencia magnética seducía la sangre de las ninfas en esa maravillosa metáfora que es Drácula sobre la transfusión de energía, la muerte y la resurrección inversa del que le está negado el descanso eterno. Si siempre es un placer ver o releer Drácula, mas es en la ciudad donde vivió su autor Mr Abraham Stoker. De hecho, tras salir del cine seguimos con nuestras capas hacia North Strand previo paso por los pubs contiguos a la residencia del genio, entre pintas vampiresas y sombras largas.

Esa noche recordaba con Pandora que años antes había tenido la oportunidad de visitar en Escocia el lugar donde se rodó la extraordinaria “the wicker man”, película que no conocía y fue todo un descubrimiento de los 70 donde se contaba una historia pagana que quería ser, yo a menos la vi así, todo una metáfora del new age y divinidades que venían ya conquistando Europa. El Lee de esa película me fascinó más que el Drácula y comencé a buscar en internet entrevistas y documentales de un hombre intelectual, artista y, sobre todo, con carisma.

En fin, entre esos dos planos de Cristopher Lee, que casi son dos tomas de mi otra vida me queda el recuerdo agradecido a un grande del cine.

Sir Christopher Frank Carandini Lee, gracias, de recuerdos a Lugosi, RIP

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