ACTO UN AÑO DE VOX

Así como hay años planos que definidos por 365 días en prosa, hay otros que marcan épocas entre fechas de inflexión. Parece que fue ayer cuando, en un Madrid turbulento de episodio nacional, comenzaba a andar el proyecto de VOX, voz latina en verde efervescente, creada para articular las gargantas de la España afónica – por no haber abierto la boca todavía, o por habérsela quedado abierta del pasmo producido en estos últimos años –
Voz reclamada mucho antes, en esos mítines de apoyo a las víctimas, principalmente, o en sesiones de defensa a la nación humillada, cuando en la hora de saludos se acercaba el público esperanzado a los ponentes, preguntando «para cuándo un partido«. Eran tiempos de vísperas con adrenalina acumulada por el triste descubrimiento de eso que se llama «desencanto», encarnado en los nuevos tecnócratas que vendieron el alma de las ideas a la técnica de la estadístico.
El desencanto, padre de la nueva España terminal, que en este pasado año se volvió mayúsculo en los corazones y se consolidó en la calle, desbordando la farándula parlamentaria por ambos flancos.
Mientras que por la izquierda se hizo rabia Complutense para presentarse acampado en Sol haciéndose músculo en círculos virtuales y gritos reales, la derecha huérfana buscaba hogares que la protegieran de la intemperie y el desprecio. Esta «derecha sin techo», que se había empezado a asomar tímida a las plazas en la primera parte del zapaterismo – al calor de la vida por nacer y la defensa de sus héroes  –  volvía a estar sola. Se fue disolviendo tras el triunfo mayoritario del PP, confiados en que se hiciera justicia. Sin embargo el tiempo pasó y las siglas se desinteresaron de su público consiguiendo atrofiar la fuerza de la calle por el eterno fantasma del mal menor.
Dio a luz entonces, la hija mayor del desencanto: la desmoralización. Un naufragio de ilusiones sin pancarta a la que agarrarse no dudó en mirar hacia el barco verde esperanza donde estaban héroes nacionales, Ortega Lara, rodeados de valientes y gente que conocía – supuestamente – el juego. Muy aderezado por una juventud guapa y sin complejos para decir lo que los náufragos gritaban en sueños. Partió así el barco, presentado en una primavera que nació eufórica y verde esmeralda y con ganas de todo.
Una cita azul Europa estaba a la vista y, en vísperas del evento, paseaba por el corazón verde de la capital, entre estatuas de reyes,con Abascal para hablar de la vida y del miedo, humanizando ilusiones y proyectos, buscando la intrahistoria de las vocaciones, buscando a la persona.
Llegó Europa de golpe, dejado un azul amoratado, y la historia crujió en un fin de semana largo con finale dominical. Días antes, en aquel viernes, clausura de campaña, la victoria ya se podía oler cerca del Reina Sofía. A los compases del «Pueblo unido jamás será vencido», ya se intuían alirones cuando, debajo del estrado tecleé entre foto y foto: «van a conseguir 5, rubia, ojo», «!venga ya!». Era el único grupo que clausuraba al aire libre para volver, 48 horas después, a celebrar entre banderas republicanas mientras se lloraba en verde por hoteles cerca de Colón.
España se aceleraba al púrpura, dimitía el establishment nacional y se pasaba capítulo hacia un proceso pre-constituyente con cambio generacional escalonado.
SANTIAGO ABASCAL EN UN AÑO DE VOX
El verano fue largo y cálido. Rejuvenecido de caras en el ruedo ibérico. El silencio de llanto mantenido en Vox desde aquel domingo, se rompió a gritos comenzando por rumores histéricos, salidas, entradas, denuncias y filtraciones hasta que, enmiendas con nombres de mujer, desatascan el paso a un nuevo líder, el natural. La voz de los sin voz se hace un nudo de equis en la garganta, huele a refundación, algo ha cambiado y tras las movidas, me reúno con el nuevo presidente para hablar en presente absoluto de la situación.
Hubiera querido ser otro paseo renovado por un Retiro nuevo… pero llovía, sabiduría del tiempo que nos empuja a hablar sentados, pausar  y fijar estrategias. Ya nohablamos de la vida, en unos meses todos habíamos envejecido, o madurado. Se miraba ahora hacia un año donde se acelera todo: cambio de imagen, sonrisas y camisas blancas, “Nuestro plan es a 10 años vista y aspiramos a todo. Aspiramos a la conquista del Poder y la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. Aspiramos a la sustitución completa de lo que hay en el campo del centro  derecha, no a dividir a la derecha, sino a que exista políticamente porque existe socialmente” .
Entre Cataluñas, matanzas y Nicolases llega el nuevo año, cumpleaños en La Latina con otro look, cambio de diseño con público en estrado sonriente pero mismos rictus en los rostros que llenan las butacas. Rostros maduros, también han crecido como yo, que se preguntan si todavía tienen esperanza y voz. Miro a esas caras más que al estrado y la actitud no ha cambiado, pero si se adivina una urgencia.
LA LATINA UN AÑO DE VOX


A mi espalda, tras el telón, se loa a España, se habla de miedo, se denuncia el voto útil por inútil, esbozos de economía liberal y análisis de nuevo arcoíris político entre el naranja y violeta. El público arranca a aplaudir cuando siente las raíces de la familia, las victimas y la patria y las sonrisas se van modulando. Solo vuelvo la cabeza al estrado cuando sube Ortega, un hombre entre Aristóteles, Montesquieu y el Cid para cuadrar definitivamente el toro de España desde el cristianismo y el ejemplo doloroso para resumirse en aplauso con acordes nacionales.
La providencia nos cuida más que nosotros mismos, dicen los sabios. Tras los anuncios de presentarse a las municipales y apoyar siempre, siempre a las víctimas, es entonces cuando se pide abandonar en teatro urgente para salir a la calle pronto porque el acto se alarga y empieza otra función.
ORTEGA LARA EN UN AÑO DE VOX


No hay ya tiempo que perder. En la plaza el tiempo corre, hay sol de invierno y pintadas de lucha, campo de batalla. No hay hora ni para el vermout. La vida pasa y se acelera y solo hay prórrogas. España se juega una final diaria en cada acontecimiento, desde una manifa a unas elecciones. El partido nacional está en las calles y en los ordenadores, en los pueblos olvidados de los desheredados de la vieja política que están esperando una visita de esta gente que sale del teatro.

En la medida en que lleguen a tiempo está su oportunidad. Ahora empieza la última carrera.

DESPEDIDA ACTO UN AÑO DE VOX

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