Comienza el año cargado de metáforas dolorosas como señales que acumulan sentidos, resumiendo una época y anticipando el caos. Fue ayer, en el marco post-resaca del primer día, aniversario de una celebración invisible que puso broche de oro a la guerra más larga que en estas tierras hubo: la Toma de Granada. Ya saben, el finale de aquella ‘insidiosa reconquista’ como bautizó uno de nuestros multimillonarios posmodernos, fecha anacrónica y silenciada que marca una Victoria en la España que se nutre de derrotas para motivar su suicidio.

Fue un día frío, con los virus atrapados en las nieblas castellanas como telas invisibles de araña, cuando el sol de Granada iluminaba la primera línea del ensayo general entre las dos Españas que ya escenifican la batalla del presente absoluto. Mientras tanto en la capital se daba un paso más en la entrada a los raíles con un desequilibrado que cantaba a la inmolación en esa otra fecha que recordaba la Gran Anti-Victoria del 11M.

Entre esas dos formas de esculpir España, 2E y 11M, que casualidad, quizá el enemigo lee más que los nacionales y saben cuándo hay que dar el cante, resulta que entre trenes de cercanías va un ángel guardián traído de la Meseta… y se cae a la vía

Digo que se cae, porque los medios españoles y su forma de titular cobijando desgracias, costaba unos cuantos renglones saber realmente qué había pasado en Embajadores. La matriz digital rezaba: “Muere un policía arrollado por un tren en la estación de Embajadores”, “Muere un policía arrollado por un tren en Madrid tras ser arrojado a la vía”, “Un policía muere arrollado por un tren en Embajadores” o, finalmente grandioso y aséptico: “Tragedia en la estación de Embajadores”.

Entre estos mantras de ambigüedad tan pulcra – cuando queremos somos escrupulosos ad infinitum – pasó el día entre rebajas y fríos y he aquí que esta mañana la noticia del ángel no aparece en casi ninguna portada escrita. Excepciones: la Razón en la esquina derecha, El Norte de Castilla en un recuadro mínimo y, menos mal, en el Diario de Ávila.
Es lo que hay, entre tanto silencio, empecemos a escuchar la realidad con atención y a buscar cada señal para entenderla, es sólo el principio.
Francisco Javier Ortega, In Memoriam

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