TOROS

Así recibo al año. No por nada sino porque entra bravo, sin pausa y con prisa acumulada de siglos. Ante eso, larga cambiada y a por todo. No hay mucho mas margen, hay que saberlo: los toros se van acabando y no hay tiempo. De hecho ya se ensayan los avisos desde un coro de ángeles que silencian pasodobles con siete clarines. Larga cambiada, levantarse y, cuanto antes, a los medios, a pensar en la cara del toro, en mitad de las plazas escrutando la vida y entendiendo el sagrado principio de la Distancia.
La Distancia. Los maestros lo saben bien. Palabra clave en mayúscula que nos hace captar la esencia del existir. Siempre hay una y nunca es la misma. La fusión no existe ni con uno mismo, “je est un autre”, decíamos ayer cuando nos querían igualar cambiando el nombre, ay.
El triunfo se fragua al entender cual el espacio desde donde se admira la Vida asomándose en sus ascuas pasionales. Ni muy cerca, ni muy lejos, evitando el peligro de quemarse o convertirse en santo helado. La otra clave es la velocidad, hay que dejar respirar al toro, al destino, dejar suspirar a la Providencia para que el aliento nos caliente con su escarcha.

Pero en el fondo todo es cuestión de “cojones”…, ¿o no?. No, todo no, solo el fundamento depredador. Hay un origen genital en todo que exige ganar, crear, tirar p’alante para domar el fuego del Miedo dejando que dore las neuronas, no para pensar, no, sino para Ver. Quedarse quieto, templando, ni un temblor cuando el peligro te rodee hacia las tablas en movimiento espectral, espiral e inmanente. Quieto, dejar que pase la bestia y colocarlo por naturales para el siguiente asalto, de vuelta a la trascendencia de los medios. Y ahí, quieto, sin tregua ni prisa ni pausa. 

Quietud para matar, culminar. Todo o nada. La suerte máxima es el arte de terminar bien, desde los toros al ajedrez pasando por las enésimas rupturas sentimentales… todo se funda en el final para que se convierta en Finale. Cada uno es distinto y sagrado, litúrgico. La Vida es una sucesión de Finales.

 La sublimación última: matar recibiendo y torear dándose.

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