Se asfixia junio para comenzar la semana con atasco en la M-30, tráfico urbano de niños de vacaciones y ensayos de desfiles colorines. Entre medias, asfalto, calor y futbol. Madrid siempre empieza fuerte la semana y marca el tono desde el lunes. Así, recordarán, hace ya siete días, nos desayunábamos enérgicos en hoteles de lujo con la estrella del momento donde, con modulación comunicativa, se nos explicaba la verdad total desde la memoria histórica hasta la utopía liberadora. Todo ante una representación burguesa que aplaudía y expulsaba a leches a proletarios con traje ante la mirada del zoom de los mass media.

 

Esta mañana también hay evento, sin embargo, no es tan mediático, ciertamente. Hoy apenas nos reunimos unas decenas de caras curtidas por la vocación y ceños fruncidos por las heridas. De hecho solo veo tres cámaras de fotos – incluyendo las dos mías – y una de la tele.

 

Y es que las víctimas del terrorismo no son mediáticos, vaya. No hay sitio en estos lunes de verano pre-revolucionarios para reflejar los debates de los malditos del sistema que acogen universidades. Malditos e invisibles para la new age, resto de “aquellos que había que desactivar” en años fundantes e hipócritas de sonrisa utópica en Moncloa donde se creaban tripartitos disgregadores en periferias negociando zonas francas del terror.

Consuelo Ordóñez nos saluda, rubia y azul, presentando COVITE, fundada allá en 1998, épocas del siglo XX ensangrentado, donde ya 547 personas habían sido acribillados por ETA – solo en el País Vasco – y en el laboratorio del horror se empezaban a diseñar treguas trampa y se engolaba la dialéctica hacia eufemismos tipo “pasar página”. Es entonces, previendo lo que va a venir y para evitar las mordazas de una nueva guerra sucia, cuando se decide alzar la voz. Las víctimas, ayer mártires, se convierten en incómodos elementos a los que conviene revestir con siniestras etiquetas como “enemigos de la paz, amigos de la venganza… y no capacitados de hablar de determinadas cuestiones porque tienen demasiado dolor para hablar con claridad”.

Pero hablan, claro. Para quien les escuche, que desde luego no será como el Ritz, pero será. Por lo menos desde este rincón mío, ya ven que cosas, para eso estamos, un honor. Hablan, quien lo iba a decir, porque nadie lo hace por ellos, relegados ahora, quién lo diría a poco más que “unas palmaditas en la espalda” como nos dice la Defensora del Pueblo y para explicar lo que pasa. Se convocan para narrar algo tan asombrosamente simple y sin utopías de política ficción, como es la reciente y sanguinaria historia de España. Y esto, que debería estar en los textos escolares, es más que necesario porque, en palabras del rector Eduardo Nollaque inaugura el acto, hay muchas formas de olvido y más allá del silencio “es fácil encharcar la historia”.


La Historia, con mayúscula siempre, curioso y triste que, como nos advierte de nuevo Doña Soledad Becerril, se sepa más de la guerras mundiales en su aniversario de trincheras y nieves y se desconozca cruelmente, los crímenes que han pasado aquí antes de ayer. Gente que ha dado la vida por España y demás víctimas del discurso del odio. Me acuerdo entonces de mi amigo Seamus declinando “History is a whore”.


Y en ese silencio, creado desde las alturas y gestionado por tantos intereses, se convierte en el invernadero donde crecen las plantas artificiales de interpretaciones, causas políticas, justificaciones y coartadas, todo regado por aguas fecales de memorias históricas que relativizan para falsear, igualar fuerzas para sublimarlo en discurso obsceno de “conflictos” y “víctimas de ambos bandos”.

Para evitar ese “encharcamiento” de la historia, COVITE organiza tres jornadas (hasta el miércoles, tienen tiempo) con el título: “El fin de ETA Y LA RECUPERACIÓN DE LA DIGNIDAD EN EL PAIS VASCO: TEMAS PENDIENTES”.

Comenzamos por la batalla por la historia, que tan bien entendió Orwell y nos la sintetiza la inteligencia Académica de María del Carmen Iglesias Cano, desempolvando libros que no son best sellers, y hablando en boca de autores como Julián Marías, Varela Ortega para abrirnos la memoria no oficial y concluir con Norman Manea en su pregunta “¿Por qué continúas predicando, si sabes que no puedes cambiar a los malvados? Para no cambiar yo”


Pero el drama del terror no se agota en nuestra historia ni en nuestro espacio. Llega una pareja de hermanos la mirada grave y acento duro desde mi querida Irlanda: son losMcConville para recordar el asesinato de su madre por el IRA y la implicación de Gerry Adams. Pongo un mensaje a Bronagh, allá en Erin, y conoce la historia bien. Tema candente ahora, sobre todo, tras el éxito del Sinn Feinn en las europeas. Susana tiene la tristeza reflejada en su rostro y es Michael el que nos relata la lucha de unos hijos por buscar el cuerpo de su madre y lavar su reputación ante la indiferencia y hostilidad de todos. Desde la soledad del establishment, el odio del vecindario… y la esperanza de la dignidad. Michael bebe agua para no llorar mientras explica el proceso.


En pie, aplaudimos y nos queda un silencio atronador del que nos recobramos al oir esto:

“De nuevo la encrucijada, el dilema, es o civilización o barbarie y que con un gobierno o un liderazgo como los del señor Rajoy, hay posibilidades de que gane la barbarie”.

Todo un cambio de tercio para concluir, el día. Ha sido la sentencia de Pedro J. Ramírez que, desde su jubilación prematura, da en el clavo. Ha venido de inaugurar un curso de verano “que no es el de Urkullu” y comienza recordando a López de Lacalle “carne de nuestra carne, sangre de nuestra sangre”. Desde el estrado desmonta a la “nueva estrella pop de la política española” con la que encabeza hoy el titular del su antiguo periódico y enlaza con la Revolución francesa a través del posmoderno discurso de guillotinas de Robespierre que está tan de moda: “castigar a los opresores es clemencia, perdonarles es barbarie”. De los Marat, “el bueno de Jean Paul Marat”, según la nueva izquierda hispana, hacia la reflexión sobre los sueños de la razón recuerda a Ortega Lara, entre Bolinaga y Adolf Eichmann con un artículo propio de hace dos años y parece escrito esta mañana a las 7.

 

“La revolución francesa también alumbró el totalitarismo y el terrorismo como forma de actuación política y forma de actuación del estado”. Sentencia clave y necesaria para ver el contexto moderno desde ese mito que tanto acompleja que se llama “revolución”.

Es una mañana densa y alternativa. Sin utopías ni sermones, para aprender desde el testimonio, sentir desde la realidad del dolor y pensar desde las coordenadas políticamente incorrectas limpiando “el encharcamiento de la historia”. Que será la única forma de limpiarnos la mente para que lata libre el corazón.

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