La noticia del fallecimiento de Don Luis Aragonés me encuentra de camino a la convención. Lo primero es lo primero y me paro debajo de un pino a rezar y escribir un recuerdo rápido del personaje que mando al periódico. El Nuevo estadio José Zorrilla – es Nuevo porque, aunque el antiguo fue derruido para hacer el Corte Inglés, persiste en la inmortalidad del corazón – me saluda enlutado. A su lado, el Auditorio hoy parece más aislado que ayer. Sucede que una manifestación mínima pero gritona ha hecho cercar el edificio con barras de policía para evitar altercados. Tras recibir miradas de alerta policial – yo en La Meseta voy de incógnito con barba poblada y boina dando imagen distinta del Barrio de Salamanca – entro por la parte de la prensa y me sorprende ver un gran cristal roto.

– Ha sido el viento, tranquilo.

Me lo dicen rápido al preguntar si esto tenía que ver con la manifestación, la segunda, ya que ayer vinieron los del aborto por la noche.

Entro y hay buen ambiente, gente guapa de Madrid. Esperanza Aguirre, la mujer que siempre sale perfecta en mis fotografías baja las escaleras acompañada de una juventud entusiasta de risa floja. Esta mujer irradia una inteligencia astuta que contrasta terriblemente con el gesto plano de la juventud efervescente que la rodea. Esta juventud pertenece a eso de las Nuevas Generaciones, los cachorros de los partidos, los viveros de la intelectualidad política que hoy vienen a adorar a los mayores.

Los seniors han venido todos desde la capital. Un encuentro de ministros aparece para dar clases de sabiduría en centros rebautizados como «Agoras». Ya saben, las asambleas griegas donde los protagonistas debaten ante la atenta mirada de los pupilos. Hoy en día, donde eso de la cultura y el debate, está mas amañado que los combates de boxeo de Urtain, es la clase política la que se mueve las neuronas en saraos a los que pomposamente llama «sanedrines», «ágoras», «comités de sabios» – genialidad del «pensamiento Alicia» de ZP – y cosas así. Esta mañana tenemos cinco y por la tarde otras cuantas. Imagínense el tema. El formato es de un moderador, y dos «contrincantes» que desarrollan y explican un tema. Lo mejor es el público del que se rodean: bisoño, sonriente, convencido de una cosa y la contraria y sonriendo a intervalos.

Paso fugaz por allí, veo el tema y me voy al Plenario, sala inmensa de azul cielo y acústica superlativa donde se depura el mensaje del evento con arias de Divas. Los Vicesecretarios comentan sus concusiones y el señor Arenas entona su «ese» andaluza para explicarnos que este partido está cohesionado hasta límites insospechados, que aquí no sobra nadie, que cada vez son «masss», que explican todo y que lo mejor está en el Pais vasco y Navarra. Es un buen entré para lo que va a venir al final de la mañana. Gran aplauso, huida general del auditorio y entrada de jóvenes concejales cuyo discurso cae en el olvido por el movimiento del personal. Nos calmamos y continúa el coro el señor Pons con su sonrisa Pons. Se le unen la pareja perfecta que lleva deambulando en su palacio de cristal este finde casi nupcial: Cospedal y Rajoy, Mariano y María Dolores, son recibidos con delirio y se sientan tras saludar a un grupo de víctimas encabezados por la bella Arantza Quiroga.

Las eses se castellanizan y habla de Cataluña y España sin fisuras, de esta España que es la mejor de la historia, una España perfecta incomparable con un pasado oscuro. Se crece en ese discurso de la España irreal y sentimentaloide rubricando con un «ser español es de las mejores cosas que te pueden pasar».

Tras unos segundos de ensoñación para asimilar nuestra alegría inmanente – esto es lo contrario de la trascendencia – se pone serio, corta, y remarca que lo mejor viene ahora.

Entra unan víctima al estrado. Aplauso general y el mío incluido. Habla de su padre, el sufrimiento y de lo orgulloso que se siente de vivir en un país que respeta tanto, tanto, tanto el estado de derecho que hace lo que no hicieron otros países – sin duda mas atrasados que nosotros – como Reino Unido e Israel: aceptar la doctrina de Estrasburgo. Ejem.
 

Es demasiado. Omito el aplauso de finalización de la intervención, y se apagan las luces para ver a Mari Mar Blanco y otros más en un video homenaje a las víctimas con lista reducida. Se acaba y salimos corriendo por la puerta derecha hacia la sala Danza donde La Pareja se va a reunir con una delegación nacional e internacional. Paso corriendo por el muro del recuerdo, lo más vivo de la convención, donde me mira fijamente Gregorio Ordóñez desde su mirada eterna de hombre puro. Veo a María San Gil, muy pequeñita, sonriente, en una foto de esas disimuladas en la esquina.

Llego triste a la sala Danza, no se porqué será, donde bajan las escaleras Maria Dolores y Mariano ante el atronador aplauso de los invitados a lo que parece el banquete de una boda. Besos, felicitaciones, organizadores dando gritos y La Pareja se sienta por fin a presidirse a si mismos.

Salimos corriendo para dejar que el grupo trabaje y no desconcertar. Pido un Ribera en la cafetería para asimilar la mañana y el barman sugiere uno del Bierzo, venga.

Afuera se han retirado los manifestantes y el aislamiento de este palacio es más que una metáfora. Por la tarde se anuncian nuevas Ágoras, Plenarios, Españas productivas, marcas Españas y demás platonismo para Nuevas Generaciones. En fin, eso lo dejo para las crónicas a quien esté interesado.

Me voy rumbo a la ciudad con dos hombres en mente de mi España: Luis Aragonés y Gregorio Ordóñez, es lo que me queda de la mañana de hoy mientras el frío me azota la cara, y me calo la boina frente a la inquisidora mirada de un poli azul que me observa helado desde su verdugo.

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