Los escraches son «un Mecanismo Ordinario de Participación Democrática de la Sociedad Civil y Expresión del Pluralismo de los Ciudadanos». Lo dice así la Audiencia de Madrid – las mayúsculas son mías – y lo expresaremos como “MOPDSC y EPC”.

La palabra escrachela aprendimos el año pasado en aquellos otoños calientes, vocablo nuevo pero no original, que se basa en la acción directa y fue importado desde las ejemplarísimas y eficientes democracias sudamericanas..

Es interesante que se haya legalizado, permitido y sublimado la acción y lo que implica en diferentes variantes. Antes de que supiéramos lo que era esto, en España ya teníamos algo similar “made in Spain” que se realizaba puntualmente en los cascos viejos y nuevos del norte criminal donde políticos del PP y PSOE, mayormente, eran increpados, observados, vejados y fotografiados en tabernas donde tomaban su chato. Práctica que, por otro lado era idéntica a lo que se hacía en los expresionistas años 30 de blanco y negro en sepia parda a los comercios judíos y que fue un magnifico movimiento hacia la participación democrática del partido nazi en su país y el resto de Europa.

Esta acción directa de participación exquisitamente democrática como nos dice la Audiencia ha sido efectiva siempre “de facto” mucho antes de que se estilizara como escrache. Nuestra democracia es un ente vivísimo y desde el Basque Country donde se consiguió expulsar, sea al cielo o a Benidorm, a los Vascongados, hasta la nueva Catalonia donde la imposibilidad de uso de la lengua madre – española, perdón – era denunciada en comercios señalados que se cerraban o reconvertían.

Se dirá, higiénicamente, que el tema es “la ausencia de violencia”, y que depende del caso claro, claro, pero eso es como si Tony Soprano y sus amigos te vienen al bar para advertirte que pagues la cuota mensual porque se está poniendo nervioso y que vuelve pronto. No hay violencia pero hay acojone, que no es mas que la violencia en barbecho, ralentizada y psicológica. Que se lo digan a la señora Cifuentes cuando fue hospitalizada y los que la que se supone cuidaban arriba, la odiaban abajo, en su “libertad”.

Los grandes movimientos escraches en todas sus variantes, de todas formas fueron perfeccionados por los míticos y superrespetados piquetes informativos cuando te venían a visitar entre siliconas y blasfemias para informarte de que te vendría bien tener un día de vacaciones. Y hablando de blasfemias, el nuevo grupo de tías con leotardo y tatuaje que aspira a participar democráticamente quemando obispos y exigiendo derechos a costa de fetos.

Nada nuevo, pues. A la democracia española en caída libre ya se la ve el plumero desde eso que se llama poder judicial que la va desnudando hacia su verdadera esencia sea desde Madrid o Estrasburgo.

Si este tipo de acciones es bendecido como un “MOPDSC y EPC” es la puerta abierta para el matonismo y la plasmación de la incapacidad de una sociedad civil para que se organice como un país civilizado y cubra la tremenda distancia de clases – cada vez mas – que hay entre la casta política y nuestro lumpen terrenal.

No nos engañemos.

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