Bajo la impasible mirada de Colón en su pedestal, y al abrigo de Nuestra Señora de la Almudena en las alturas, llegamos el sábado, entre calles de basura acumulada, a cobijarnos en la calidez subterránea del Teatro Fernán Gómez. En un día de fiesta en un Noviembre contestatario, la Fundación de la única universidad 100% on-line española –la Universidad de La Rioja, UNIR– nos convoca a un Encuentro especial.

Tenemos, nada menos, que una cita con Tomás Moro, santo católico y cabeza del catolicismo inglés.

Introduce la velada Don Ignacio Amestoy, director de UNIR Teatro, nos explica el personaje en su contexto el embajador de España en el Reino Unido, Don Federico Trillo, para finalmente encarnarlo el grupo de teatro de la Fundación dirigidos por Tamzin Townsend en adaptación de García May.

Este menú tiene como aperitivo una masterclassdonde la directora inglesa residente en España, Ms. Townsend, muestra junto con algunos de su grupo de actores, la importancia de la comunicación no verbal superando al contenido del mensaje y a su formulación vocal de acuerdo las teorías del psicólogo Albert Mehrabian. Una serie de ejercicios y ejemplos realizados con gracia lograron atraer el interés de un público que arrancó aplausos espontáneos y carcajadas en varios momentos.

Tras esta introducción, el señor Amestoy vuelve al estrado para presentar a un invitado de lujo, embajador del Reino de España en el Reino Unido, Don Federico Trillo. Don Federico, con extenso currículum en actividades públicas, resalta esta tarde por ser uno de los mayores especialistas en William Shakespeare. Autor relevante al narrar, junto con la pluma de otros autores isabelinos, la teatralizada vida de nuestro santo.

Comienza el embajador explicando su apoyo a la petición, que en su día el Presidente de la República Italiana, Francesco Cossiga, realizó a Juan Pablo II para que el mártir inglés fuera el patrón de los políticos y gobernantes.

Tras unas notas sobre el humanismo europeo, enfatizando las peculiaridades del renacimiento inglés «tardío y pedagógico», el señor Trillo enfatiza el valor de la conciencia y la coherencia de Moro como principales virtudes. Si bien, las diferentes representaciones que se han hecho del personaje han sido las que se refieren a los últimos capítulos de su vida – especialmente las discusiones con Enrique VIII que decidieron su destino (todos tenemos en la memoria «Un hombre para la eternidad») – se detiene Don Federico en aspectos clave de su vida y su contexto en la Inglaterra del XVI. Así se menciona desde el rol que jugó su padre hasta la relación con su familia subrayando el encuentro con el otro gran humanista de la época: Erasmo de Rotterdam: «el uno no hablaba ni una palabra de inglés y el otro nada de flamenco. Se entendían en latín fluido y griego. Entendamos el carácter de ambos sujetos». Profundizando en el carácter se enfatiza el gran sentido del humor de Sir Moro, nota crucial para entender a un hombre sensible e inteligente que huía de la melancolía y demás sentimientos de tristeza para utilizar el humor como medicina, incluso hasta en su paseo final hacia el patíbulo.

Termina Don Federico con un recuerdo a la otra gran cabeza del catolicismo inglés, John Henry Newman, y su admiración por la obra que vamos a presenciar. Obra extraña por ser reciente a la muerte del mártir y escrita «a cinco manos» por autores isabelinos de los cuales William Shakespeare realiza «sin duda la mejor escena, la de la revuelta. El genio era especialista en escenas de riotscomo por ejemplo en Julio César».

Aplausos y tras una pequeña pausa las luces del teatro y el inteligente diseño del escenario dejan que continúe el viaje de Sir Tomas de la mano de once actores encargados de representar el drama. Estamos ya en la celda de la Tower, donde un denostado Lord Canciller reflexiona ante la vista de las piedras expulsadas por su cólico sobre el porqué de su situación. Un interesante y original personaje escucha su monólogo y será éste el que nos lleve, en una sucesión de actos, por capítulos fundamentales de su vida pública y privada, trágica, cómica, triunfal y aparentemente derrotada para explicar a un hombre que ha forjado el poder de su conciencia en base a la inteligencia y a Dios.

Se va acabando el viaje a la historia entre calles del viejo Londres, salas de justicia, palacios y, tras una hora y media, volvemos a la celda de la Tower para asistir al prematuro final de Thomas, acusado de traición, que no es otra cosa que su trampolín a la inmortalidad santa por su inteligencia.

Se enciende la luz, el escenario vuelve al presente, en una hilera de sillas, y se inicia un debate entre los actores, directora, presentador y embajador, con el público presente. Hay felicitaciones, opiniones del personaje desde los diversos roles teatrales y la explicación, de los distintos tonos dramáticos y  cómicos de la obra con que juega la joven directora en las tres partes en que se divide la obra.
Afuera ha llegado un frío de sábado. Subimos las escaleras hasta dejarnos ver por Colón y avanzamos. Parece otro Noviembre, y aunque Madrid sigue abandonado a su suerte entre deshechos no lo percibimos. Hay una calidez interior nacida de haber degustado la vida de un gran hombre, mas cerca del cielo que de de la tierra, de utopía y de all seasons que nos enseña que se puede mirar mas allá.

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